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Analistas 22/03/2018

Colombia y Brasil

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda

La reunión en Brasilia de los presidentes Juan Manuel Santos y Michel Temer tiene lugar en la etapa final de los respectivos mandatos de ambos gobernantes. No obstante, existen circunstancias especiales que le dan a este evento un carácter distinto del protocolario. Es una reconciliación y un reencuentro que da lugar al establecimiento de un ‘entente cordiale’, luego de superar diferencias transitorias.

Los gobiernos del PT delegaron el manejo de la política latinoamericana en el sector más radical de su partido, asignándole atribuciones que sobrepasaban el profesionalismo que caracteriza la diplomacia de Itamaraty. El asesor presidencial para relaciones internacionales, Marco Aurélio Garcia, compartía la euforia revolucionaria bolivariana y apoyaba la lucha armada de las Farc. En materia económica, un episodio insólito por parte del anterior director ejecutivo por Brasil en el FMI, Paulo Nogueira, apoyado por el entonces ministro de Hacienda, Guido Mantega, produjo el retiro de Colombia de la silla que compartía con Brasil en ese organismo internacional.

Esas fricciones diplomáticas quedaron subsanadas con el cambio político que ha tenido lugar en Brasil. Ahora, independientemente de quienes ocupen la Casa de Nariño y el Palácio do Planalto, los dos gobiernos pueden reconstruir la agenda bilateral sobre las bases duraderas de intereses comunes, realidades geográficas y proyectos de largo plazo. Las relaciones económicas bilaterales han sido lánguidas, pero se han ido fortaleciendo. El Banco Itaú se ha establecido recientemente en Colombia. ISA y el Grupo Energía Bogotá participan en el sector de transmisión de energía eléctrica en Brasil; el Grupo Éxito ha invertido en el sector de retail brasileño. La reducción concertada del proteccionismo crearía posibilidades para incrementar el comercio bilateral.

Un factor que estimula a los dos gobiernos a estrechar sus relaciones es el hecho de compartir una amenaza externa común, proveniente del nordeste de Suramérica. La consolidación de un régimen dictatorial en Venezuela conlleva problemas de seguridad, migratorios y de salud que afectan con particular intensidad a las naciones vecinas. Tanto Brasil como Colombia están recibiendo el impacto de un flujo creciente de refugiados económicos en necesidad de asistencia. A causa del colapso del sistema de salud venezolano, en Colombia se están registrando casos de malaria y sarampión, enfermedades que habían sido erradicadas en el país.

Estos problemas no parecen tener soluciones razonables, antes de que cambie el actual régimen en Caracas. Mientras tanto, Colombia y Brasil pueden aunar esfuerzos, conjuntamente con otras naciones amigas, para incrementar la presión internacional a favor del restablecimiento de la democracia en Venezuela e insistir sobre la urgencia de abrir un canal humanitario que ayude a aliviar la crisis nutricional y de medicamentos en ese país.

El nuevo clima de entendimiento y cordialidad entre Colombia y Brasil ofrece posibilidades de acción internacional conjunta para enfrentar los retos que impone el nacionalismo beligerante de la administración Trump. Esta agenda incluiría iniciativas encaminadas a combatir el cambio climático así como las que contribuyan a defender las instituciones que rigen el sistema multilateral de comercio mundial.

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