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Analistas 23/11/2012

Anatomía de una derrota

Rodrigo Botero Montoya
Exministro de Hacienda
La República Más
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El resultado de la contienda electoral en Estados Unidos puede analizarse como una serie de contrastes: entre los candidatos, el manejo de las dos campañas o la calidad de los respectivos mensajes publicitarios.  Este enfoque les ha servido de consuelo a algunos dirigentes republicanos.  Reconocen que, en efecto, Romney fue un pésimo candidato, y que la organización de la  campaña fue lamentable, no obstante la reputación de administrador exitoso de  Romney. 
 
En lo que respecta a la calidad del mensaje programático, el del candidato republicano fue desastroso, a pesar de las ingentes sumas destinadas a difundirlo.  Su crítica a Obama por haber salido al rescate de la industria automotriz fue tan poco veraz que los ejecutivos de Chrysler y de General Motors salieron a desmentirlo.  La alternativa de permitir la quiebra de esas empresas, sugerida por Romney, le dio a Obama el triunfo en Michigan, Wisconsin y Ohio, el corazón de la industria automoviliaria norteamericana.  De la misma manera, la propuesta de  Romney de suprimir a FEMA, la agencia federal de atención a emergencias, y delegarles esa responsabilidad a los  estados afectados y al sector privado, tuvo la mala fortuna de haberse puesto a prueba durante los estragos causados en New Jersey y Nueva York por la tormenta Sandy. 
 
Pero quienes analizan las tendencias demográficas y los patrones sectoriales del electorado consideran que es un error atribuirle la derrota a un mal candidato o un manejo inadecuado de las comunicaciones. Al fin de cuentas, Romney era el menos impresentable de los participantes en las elecciones primarias. Sin embargo, obtuvo dos millones de votos menos que John McCain en el 2008.  El mensaje programático retro que difundió ante la opinión pública fue comprendido.  El problema consistió en que el mensaje se diseñó para convencer a una sociedad que había dejado de existir en el 2012.  Así lo demuestran los siguientes indicadores.
 
Obama obtuvo el 60 % de los votos de las mujeres menores de treinta años de edad, 
 
 el 93 % del voto afro-americano y más del 70 % del voto latino y asiático. Romney ganó en las áreas rurales y en la mayoría de los antiguos estados esclavistas. Mientras Obama ganó en los diez estados con mayor proporción de adultos con grados universitarios, Romney ganó en nueve de los diez estados con la situación contraria. Perdieron las posturas homofóbicas,  misóginas, racistas y xenófobas. 
 
 Si en el año 2008, la esperanza fue el factor que movilizó a quienes votaron por el cambio, en el 2012, el factor decisivo para apoyar la continuidad fue el temor que las propuestas de Romney y Ryan suscitaron entre amplios sectores de la población.  Esto sugiere que el partido Republicano tiene la apremiante necesidad de reinventarse.  Mientras un sector extremista del partido lo siga obligando a adoptar las actitudes sociales excluyentes de los años sesenta, y las políticas económicas plutocráticas de los años veinte, sus dirigentes tendrán que irse acostumbrando a  registrar una larga serie de descalabros electorales.

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