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Analistas 28/02/2025

Instituciones asediadas y tesudas

Rodolfo Segovia
Analista
La República Más

Van dos años y medio de un constante asedio a instituciones queridas por los colombianos, tal como lo anunció en su discurso de posesión el presidente Petro. Algunas boqueando. Y algunas de las que nacieron con la República, fortalecidas. Petro llegó al poder no para hacer crecer al país como todos los presidentes de este siglo, sino para destruir sus instituciones. Resisten.

Las más antiguas, que nacieron con el Estado de Derecho acunado por la independencia, son las que mejor han resistido el embate presidencial. El Consejo de Estado, creado muy temprano, por Bolívar en 1817, en medio de la Guerra de Independencia en Venezuela para foro consultivo de sus siempre díscolos generales, siguió los lineamientos del de Napoleón de unos años antes, y eventualmente se convirtió en el protector del ciudadano ante el poder.

Y la Corte Suprema, que nació en forma con la Constitución del 86 y con antecedentes en la de las Provincias Unidas y la Constitución de 1821. Como el Ejecutivo tiene baja influencia en la designación de sus miembros, aparte de la corrupción del Congreso, han podido conservar su prosapia. En cuanto al Congreso, nació, por supuesto, con la historia misma Colombia, y como siempre en la historia moderna, se desliza con la mermelada. Ya se verá.

De las cortes más modernas, producto de la Constitución del 91, la muy importante Corte Constitucional es permeable al Ejecutivo, que va influyendo cada vez más en su composición por la vía nombramientos sucesivos en la medida que miembros se retiran por tiempo cumplido. Todavía resiste, pero es cuestión de calendario antes de que sucumba. En cuanto a las instituciones financieras es notable su estabilidad con sus nombramientos “soft” en el Banco de la República y permanencia en la Regla Fiscal porque a Petro le conviene preservar su crédito internacional y abaratar su costo.

Otras instituciones no han sido tan afortunadas, en particular las nuevas, como las del sistema eléctrico o el de salud, que pueden considerarse entre las que boquean. Se pierden 30 años de esfuerzos. La disolución está causando ya estragos en el servicio, mientras Petro tiene sus bodegas apuntándole a los culpables. Don Sancho Jimeno, el adalid de Bocachica en 1697, vivió la disolución del imperio español bajo Carlos II. La consecuencia fue una sangrienta guerra de 12 años en la que, entre otras cosas, se perdió el Galeón San José.

Como van las cosas, quizá la resistencia de las instituciones librará de ese triste fin. En el más confrontacional de los escenarios, su resiliencia ha preservado de peores males.

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