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Analistas 06/04/2018

Herencia económica de Santos

Roberto Rave Ríos
Presidente ejecutivo Laick - Cofundador Libertank

Por estos días Colombia afronta la gran responsabilidad de elegir el próximo Presidente, el líder que dirigirá los destinos del país durante los próximos cuatro años. Las encuestas encabezadas por el exalcalde Gustavo Petro y por el Senador Iván Duque, reflejan la foto del día, sin embargo, aún falta un largo recorrido por caminar: las alianzas y los debates definirán al próximo presidente de la República de Colombia.

Lo cierto es que, el próximo mandatario no la tendrá fácil, pues encontrará una economía con un deterioro importante y tendrá a sus espaldas la toma de decisiones impopulares para poder sanear el desastre que dejan. Necesitará de los aguacates, tan mencionados últimamente, del petróleo, del café, del carbón, del banano, de las flores, de los textiles, del talento de todos los colombianos y tendrá que enfocarse cada vez más en la producción de bienes con valor agregado.

El crecimiento de Colombia en los últimos años ha sido paquidérmico, según datos del Banco Mundial y de la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) se pasó de crecer por encima de 6% en el 2011 a crecer por debajo de 2% en los últimos dos años. El BID afirma que si se quiere disminuir la brecha que existe con los países desarrollados, debemos crecer por encima de 6%.

El aumento de la deuda es escandaloso, al respecto mencionó el director de Calificaciones Soberanas de Fitch, Richard Francis que: “La deuda en términos de PIB es bastante más alta que para la media de las calificaciones de deuda BBB y está cerca de 50%, versus un 40% para la media de los países con igual calificación”.

El nuevo Presidente tendrá que tomar decisiones tan impopulares como la de disminuir el tamaño del Estado, que ha crecido en casi 90.000 cargos burocráticos. Además, deberá enfrentar una batalla sin descanso contra la corrupción, que según el Contralor General de la República se estima en casi $50 billones al año. El país necesitará indudablemente otra reforma tributaria, esa tan desgastada que nunca logró su objetivo de ser estructural.

El marco fiscal de mediano plazo será también una piedra en el zapato pues está sustentado en datos macro económicos optimistas que se alejan de la realidad y por esto el resultado ha sido el endeudamiento público para alcanzar el balance fiscal. El próximo Presidente tendrá mínima maniobrabilidad respecto al uso de vigencias futuras, fuertemente comprometidas hasta 2022.

En manos del nuevo líder de los colombianos estará también un proceso con las Farc, desfinanciado, improvisado y hecho trizas por el desorden del gobierno y sus alianzas políticas. Ese proceso que prometió los “dividendos de la paz” que nunca llegaron a la economía colombiana que ahora enfrenta el reto de la multiplicación de los cultivos de coca y con ellos su comercialización.
Tal vez el mayor reto del nuevo Presidente de la República será reconstruir la relación con sus ciudadanos, cansados de la lejanía de un mandatario que afirma y promete ante los medios de comunicación para más adelante sin vergüenza hacer lo contrario a puerta cerrada.

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