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Analistas 15/03/2013

¿Vamos hacia un estado benefactor?

Roberto Junguito
Exministro
La República Más
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La economía colombiana muestra síntomas de desaliento. Aunque las cifras del último trimestre de 2012 sólo se darán a conocer la próxima semana, en el tercer trimestre ya se evidenciaba una desaceleración. La tasa anual de crecimiento a septiembre de 2012 fue del 3,9%, frente al 5,8% en igual período del año anterior. El Gobierno estima que para el 2012 el crecimiento alcanzó cerca del 4%, en tanto que entidades como el Banco Mundial lo sitúan alrededor del 3,5%. En cualquier caso, lo cierto es que hay sectores cuya actividad se viene frenando de manera significativa, como ha sido el manufacturero que no tuvo crecimiento en 2012, el cafetero donde la producción ha registrado disminución en los últimos años, la construcción de vivienda cuyos lanzamientos muestran bajas y, más recientemente, el carbón. 

 
Para hacer frente a esta situación, las autoridades económicas han adoptado medidas de tipo monetario y fiscal. La literatura establece que para enfrentar una caída originada en factores exógenos, como la desaceleración de la economía mundial, lo apropiado es adelantar una política monetaria más activa reduciendo las tasas de interés e imprimiendo mayor liquidez al mercado. Igualmente, recomienda emprender una política fiscal contracíclica, sin provocar con ello desequilibrios profundos de mediano plazo. Asimismo, se deben implementar medidas que ataquen las debilidades estructurales de la economía, como es el caso de la infraestructura vial, donde las autopistas de cuarta generación conllevarán a elevar la competitividad. 
 
Lo que no parece adecuado es establecer apoyos, sin plena justificación, a sectores particulares como respuesta a presiones sociales, como los otorgados al sector cafetero y al transportador. Detrás de éstos seguramente vendrán en cola otras solicitudes de subsidios para sectores que protesten por ser afectados por la situación mundial,  por la apreciación de la tasa de cambio o por circunstancias internas, como la inseguridad, el proceso de paz o el mal manejo de las administraciones locales. Los costos de los combustibles no se deben fijar de acuerdo al número de tracto-mulas que se atraviesan en las carreteras. Las razones para establecer apoyos a sectores y actividades específicas tienen que estar originados en fallas de mercado bien identificadas y cuantificadas, así como en la conveniencia de promover una mejor distribución del ingreso a grupos vulnerables. Las señales de precios deben indicarle al productor cuándo debe incrementar o no su producción. 
 
Las circunstancias políticas del país parecen estar arrastrando al Ejecutivo a convertirnos en un estado benefactor. Según lo explicaba James Buchanan en su artículo titulado ”¿Pueden los Estados Benefactores sobrevivir una Crisis Financiera?”, la consecuencia en estos casos es el desequilibrio fiscal crónico, pues “las demandas   de los electores por transferencias benefactoras, basadas en las expectativas del público sobre la continuidad de los programas corrientes, exceden la recaudación que los mismos electores están dispuestos a pagar en impuestos”. Para dicho autor esta situación se ve agravada “si los programas del Estado Benefactor comienzan a ser considerados como medios a través de los cuales, aquellos que son exitosos políticamente, pueden asegurarse ganancias a costa directa de los que no son exitosos políticamente, el desperdicio de recursos involucrado en la búsqueda de la renta de la mayoría crecerá sustancialmente”. Estamos confiados en que éste no será el caso en Colombia, pues para prevenir un gasto público insostenible, hoy en día el Ministro de Hacienda puede aplicar nuevas y potentes herramientas que seguramente deberá desplegar,  como son, el principio constitucional de sostenibilidad fiscal y la regla fiscal que exige que el gasto público esté acorde con los ingresos de mediano plazo. 

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