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Logan Roy es un magnate de los medios, quien de manera despiadada hizo un imperio. Convencido como Luis XIV que “L’État c’est moi”, nada en sus empresas puede moverse sin su consentimiento. Viola sin ningún escrúpulo la independencia de su equipo editorial: cuando alguien se opone en su camino, la llamada telefónica a los editores es inmediata: “¡destrúyanlo!”
Con sus hijos la manipulación es peor. Como marionetas de teatro, cada día les cambia su papel. Ninguno posee la preparación profesional necesaria para reemplazarlo, pero todos comparten con su padre la cultura del engaño, la adulteración y la mentira, como herramientas indispensables para alcanzar sus metas. El licor y las drogas son el aperitivo que con frecuencia toman para incentivar o calmar sus ambiciones.
En el juego doble en que todos se desenvuelven, uno de los hijos se asocia con un acérrimo competidor del padre y diseña una toma hostil para hacerse con el control de la empresa y despedir a su progenitor. La hija se vincula a la campaña a la presidencia de un senador demócrata, quien se empeña en comunicar los riesgos que para la sociedad representan los medios de la familia Roy.
Logan se aprovecha también de sus buenas relaciones con el presidente de EE.UU., que ateniéndonos a la época de los “hechos”, debió ser el presidente Trump.
La famosa serie de televisión Sucesión retrata una familia empresaria disfuncional, llena de intrigas y desvaríos, casos que desafortunadamente se dan en la vida real.
Viendo la serie no podía dejar de pensar en los señores Gilinski dando órdenes al equipo editorial de Semana: “Destruyan a los directivos del GEA, cualquier rumor sirve para montar una buena historia”.
La telenovela de los Gilinski tiene trama y actores semejantes a los de la famosa serie de HBO Max. Destruir la reputación de los enemigos es un arma que los primeros llevan en la sangre y seguramente la lograron perfeccionar gracias a su amistad con el presidente Petro, quien es reconocido por su capacidad sin límites para difamar y mentir.
Contrario a la serie estadounidense, en que el senador y candidato a la presidencia es consciente del peligro de la manipulación de los medios, en Colombia tenemos un exsenador y excandidato aliado con los difamadores.
Vargas Lleras enfiló sus baterías contra el GEA y además está obsesionado por que un expresidente del Grupo Sura recibió en su concepto una jugosa bonificación a su retiro. Sea jugosa o no, esta fue aprobada por los miembros de la junta directiva, la mayoría independientes, así que no hay ninguna irregularidad. Ellos debieron valorar no solo los 40 años de servicios del reconocido ejecutivo, sino también el papel que jugó en la creación y consolidación del fondo de pensiones, líder a nivel nacional, Protección, y luego liderar la transformación del Grupo Sura, de ser una compañía local a una multilatina, con presencia en más de 11 países y 50% de sus ingresos por actividades fuera de Colombia. Eso es hacer patria.
Lamentable que Vargas Lleras concentre sus dotes periodísticas en hacerle el juego a una familia que manipula los medios y muestre tan poco interés por destapar la corrupción en su partido, la cual nos ha costado a los colombianos varios miles de millones de pesos.
En Colombia la realidad sobrepasa la ficción, necesitamos un buen guionista que escriba la serie: “los medios son mis medios”.
Nota: Esperemos que Semana, que ha sido tan rigurosa estudiando y comunicando algunos hechos de los administradores del GEA, lo sea igual con la vida y “hazañas” de Tahnoun bin Zayed Al Nahyan, aliado de los Gilinski en la compra de las empresas del GEA.