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Analistas 01/12/2023

Dones y canas

Ricardo Mejía Cano
Gerente de Saladejuntas Consultores

En los últimos 500 millones de años la tierra ha sufrido cinco extinciones masivas, en que prácticamente han desaparecido todos los seres vivos. Muchas por calentamiento, otras por enfriamiento. ¿Enfrenta el mundo una sexta extinción? Sí. Para algunos por el nuevo calentamiento global, para otros por la inteligencia artificial (IA).

Los creadores de OpenAI y ChatGPT, un grupo de jóvenes brillantes, conscientes del riesgo que la IA podría significar para el mundo, decidieron que su compañía fuese una fundación sin ánimo de lucro, con un objetivo en mente: ayudar a toda la humanidad. Bajo ese esquema están trabajando muchos jóvenes emprendedores en el desarrollo de tecnologías en IA. Que desde la constitución de sus compañías acuerden que sea en beneficio de la humanidad y sin fines de lucro, muestra una evolución positiva.

OpenAI inicialmente presupuestó una necesidad de US$1.000 millones para hacer su desarrollo tecnológico. Para tal fin hizo una ronda con inversionistas, pero estos al ver que no tendrían ningún control sobre su inversión, ya que una fundación era la controladora de la compañía, no se animaron a invertir y solo se consiguieron US$150 millones.

Pasados un par de años y con la experiencia ganada, se dieron cuenta de que no necesitaban US$1.000 sino US$15.000 o más. Pero ningún inversionista veía con buenos ojos la estructura de gobierno, donde unos jóvenes, por más brillantes que fuesen, le daban más importancia al dogma que a la realidad que enfrentaban. Nadie pondría dinero sin ningún control sobre la inversión. Microsoft encontró la píldora salvadora: pondría US$12.000 millones más toda la capacidad computacional y de almacenamiento, y a cambio tendría derecho a la propiedad intelectual, a los códigos fuente y a unas utilidades reguladas.

Con la vinculación de Microsoft y su conocimiento de los mercados, el gerente de OpenAI aprendió que, si bien el desarrollo de la IA debería tener infinidad de controles para evitar que el mal uso de la tecnología destruya lo que se quiere potenciar, el proyecto necesitaba una visión comercial si querían tener éxito.

Esto puso en guardia a la junta directiva, quienes en honor a la verdad no tenían muy claro como debían ejercer su función protectora. Su única conclusión fue que Sam Altman, gerente y cofundador de OpenAI, debería ser despedido. En la época de la Inquisición, a Copérnico al menos le dieron (¿Obligaron?) oportunidad de retractarse. La junta directiva de OpenAI, sin consultar con Altman, ni a los inversionistas, sin saber la opinión de los más de 750 colaboradores, decidieron despedirlo.

La junta no sabía que Altman tenía absoluto respaldo de los inversionistas y los colaboradores. Una junta directiva debe medir el pulso de la empresa, teniendo esporádicamente reuniones informativas con colaboradores, inversionistas, clientes, proveedores, etc., sin interferir en el manejo del día a día.
Los inversionistas, viendo el riesgo que una junta de mozalbetes tenía para un proyecto de tal envergadura, lograron hacer valer sus derechos e impusieron una junta más equilibrada en cuanto experiencia y dominio en temas empresariales y la restitución de Altman en la gerencia.

Los recientes hechos en OpenAI muestran que alrededor de la tecnología nada es artificial, ni siquiera lo puede ser el gobierno corporativo. Para que la junta directiva no sea artificial se necesitan “dones y canas”.

Nota: Sin embargo, se debe tener mucho cuidado al conformar una junta directiva: Antes de declararse en bancarrota en 2008, Lehman Brothers era el cuarto banco de inversión más grande de EE.UU. Su junta estaba compuesta por 10 directores, cuatro tenían entre 76 y 82 años, uno era un productor de teatro, otro era un oficial retirado de la armada de EE.UU. y la mayoría eran jubilados sin ninguna experiencia financiera. LB fue uno de los causantes de la crisis financiera de 2008. ¡Pecaron por exceso de canas!

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