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Analistas 17/06/2016

El dilema del turismo en Colombia

Ramiro Santa
Presidente Sklc Group
La República Más
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No hay municipio o comunidad en Colombia donde no estén convencidos que sus paisajes, ríos, playas y productos agropecuarios o gastronomía es la mejor del país. 

Tampoco importa cuál es la expectativa del forastero, pues siempre nos sorprende la belleza de los lugares y más aún el orgullo de la gente cuando uno pregunta a los lugareños sobre lo más relevante de la región; las respuestas son admirables y en su mayoría se refiere a los productos del campo que van desde el café, el aguacate, yuca, ají, limones, hasta otras especies que identifican el lugar, como es la cachama, chontaduro, hormiga, cuy, madroño, el ñame, el zapote, la guama, etc.

En otros lugares, la conversación se va por la gastronomía, donde nunca es fácil responder pues son gustos adquiridos  y expresiones de identidad cultural como son el mejor tamal, el mejor sancocho, la mejor arepa, lechona, viudo, arroz, queso, empanada, morcilla, miel de abejas, café, etc.

En esa lógica también hay insignias regionales que solo haciendo referencia al nombre del plato ya se puede intuir a qué parte de la geografía colombiana  se está haciendo referencia, como si estuviéramos hablando de géneros musicales, por ejemplo: el cuy, la cachama, la mamona,  la arepa huevo, el arroz con coco, la butifarra, el arroz de lisa, la lechona, la achira, el quesillo,  el rondo, el friche, el sancocho de plátano, el plato montañero, el mute, el bocadillo, el ajiaco, la papa chorriada, el aborrajado, el arroz atollado, el champús, la piangua,  y hasta platos, de los inmigrantes del siglo XX y que ya se consideran de la gastronomía regional, particularmente en las sabanas de Bolívar, como son el kibbe, el tahine, el tabule, entre otras delicias. 

También podemos hablar de las bebidas orgullo de cada región como el aguardiente, ron, guarapo o bebidas que van desde el champús hasta el masato pasando por los jugos como curuba, tomate de árbol, zapote, chulupa y corozo.

En la geografía, las menciones son siempre referidas a la naturaleza, la montaña, el bosque, el guadual, el coral,  la cascada, el nevado, que cuando los visitamos siempre aflora el dilema del subdesarrollo que  es: este lugar es tan bonito que  ojalá nunca lo descubran porque lo dañarán los ventorrillos, expendios de alcohol, la música estridente y el desorden; pero el otro pensamiento es: este lugar, bien promocionado, es la alternativa para la región con empresas bien organizadas, que generen ingresos para el gobierno local, empleo digno para las comunidades, divisas para el país e imagen diferente a la que estamos exportando a través de nuestras novelas, películas y noticias de secuestros, corrupción, extorsión y droga.

Los ejemplos en Latinoamérica de turismo sí existen en Costa Rica, con sus parques naturales; en Ecuador, Galápagos; en Argentina, los parques del sur que comparte con Chile, y las cataratas de Iguazú que comparte con Brasil, y México, como el mejor ejemplo. Pero en Colombia aún seguimos con los dilemas de si el turismo o el conservacionismo, si los territorios de minorías o la inversión privada, si los ventorrillos o las agencias operadoras, si el marco jurídico nacional o las decisiones municipales, si la informalidad, porque hay que dar oportunidad de trabajo, o fomentar la industria organizada y regulada. Cada uno tendrá su gusto como en la gastronomía, pero creo que se puede visitar territorios, conocer culturas diferentes, comer casabe con suero pagando impuestos, generando desarrollo y creando empleo con garantías.

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