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Analistas 03/10/2023

Si yo fuera el Presidente

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Como ciudadana observo, analizo, aplaudo y critico la gestión del Gobierno. Pocas veces me invade la esperanza mientras, con frecuencia, lo hace el desconcierto. Agria confesión, lo sé. Sin embargo, mentiría al señalar que ocurre de otro modo. Ante una administración conflictiva, contestataria, parca y terca, las emociones parecen un péndulo.

¿Por qué insisten en el tono?, ¿para qué alimentan divisiones?, ¿qué les impide concertar?, ¿cuál es la estrategia tras tanto desprecio? Si yo si fuera el Presidente, varias cosas haría diferente.

Para empezar, dejaría atrás el notorio resentimiento y, sin dilaciones, vincularía al sector privado en el objetivo de sacar adelante la agenda del cambio. Una agenda pensada en la generación de oportunidades y menos en la dependencia que estimulan los subsidios. Contrario a apartarlos, haría equipo con quienes tienen el capital y los comprometería a trabajar por superar la endémica desigualdad.

Si yo estuviera en su lugar, acabaría con la retransmisión de discursos y renunciaría a gobernar desde la comodidad de las redes sociales. Me dedicaría, mejor, a desarrollar la empatía. Le bajaría al romanticismo, huiría a la grandilocuencia y evitaría pretender ser erudito. Apostaría a comunicarme de manera cercana con mis compatriotas. Seguro, conectarían. Seguro, lo agradecerían.

Si en mis manos estuviera comandar esta nación, aprovecharía cada espacio de debate, foro o congreso para convocar a un verdadero proyecto de país. Abortaría el capricho de refundar la patria con unos y sin otros; sería consciente de los años de polarización que nos anteceden y, en demasía, responsable con los peligros de animar el odio entre clases. A solas, con juicio y en calma, repasaría lo que significa ser el mandatario de 52 millones de colombianos.

Si ostentara la dignidad de ser jefe de Estado, cuidaría el lenguaje y pediría a mi gabinete hacer lo mismo. Escucharía, me nutriría de la multiplicidad de actores, temería creer que tengo la verdad absoluta, con mi puntualidad me convertiría en ejemplo de respeto y pondría fin a las inexplicables ausencias. Desconfiaría de aquellos que me idolatran y ponderaría a los que me confrontan.

Si fuera yo quien habitara en la Casa de Nariño, velaría por la institucionalidad sin titubeo alguno. Cesaría el llamado a las calles por todo y para todo y trascendería el rol de candidato. Daría a los procesos, constitucionalmente establecidos, el lugar que se merecen. Me comportaría como un estadista.

Si me quedaran dos años y unos cuantos meses en el cargo, seguiría intentando nuevas formas de intervenir problemáticas complejas. Al igual que ahora, me la jugaría por las segundas oportunidades mas no por el ‘todo vale’. Abanderaría la necesaria transición energética, pero sin obsesionarme y me desprendería de mi ego para reconocer que existen avances, que hay asuntos que marchan. Preservaría con esmero lo que funciona.

Si después de tres intentos hubiese sido yo quien saliera triunfante en las urnas, controlaría mi afán por imponer. Aceptaría que hay incertidumbre, me importaría 60% de desaprobación y me ocuparía de revertir ambos asuntos. Si yo fuera el Presidente, intentaría no desperdiciar la oportunidad, histórica por demás, de demostrar, con hechos, que una izquierda democrática es posible.

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