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Analistas 29/11/2022

Petro, el presidente astuto

Paula García García
Conductora Red+Noticias

Un gran político. De los mejores. Así es Gustavo Petro. Con el acelerador a tope y casi que ignorando las objeciones de una oposición que por ahora le hace mínima mella, empieza a materializar sus promesas de campaña.

La reforma tributaria, la más ambiciosa que haya pretendido Colombia, pese a los reparos y el ruido mediático que alcanzó en su momento, ni siquiera requirió sesiones extras para salir avante. Tampoco tomó mucho tiempo el restablecimiento de las relaciones con Venezuela y en la retoma de diálogos con el ELN terminó, en la misma mesa, el otrora implacable José Félix Lafaurie junto a alias Violeta. La mujer procesada por un atentado en el que tres colombianas perdieron vida cuando disfrutaban, desprevenidas, en un centro comercial.

Se necesita, sin duda, estrategia y astucia para juntar extremos que parecían separados por océanos. Para tener un congreso rendido a sus pies e incluso a su mayor contradictor en la arena pública, el expresidente Álvaro Uribe, haciendo llamados en contra de la estigmatización de las ideologías de izquierda.

Mientras en masa el país se distrae con los escándalos que desata cada desafortunada intervención de la Ministra de Minas; Petro, ejerce. Sabe para dónde va. Tiene objetivos claros. Por eso, en medio de la prosopopeya que caracteriza su capacidad de oratoria devela sus planes futuros y vía Twitter marca la agenda. Casi que a diario pone a sonar los temas que le interesan y a su gabinete, al que es evidente que le cuesta seguirle el ritmo, a despertar asuntos que dormían el sueño de los justos.

Conoce, el presidente, el tejemaneje de su oficio. Con frases disruptivas sella polémicas a la par que crea una nueva que haga olvidar la anterior. Rara vez se desgasta en explicar conductas que a otros aterran como la incomodidad que genera su ya famosa impuntualidad o sus repentinas ausencias. No se deja desconcentrar. ¡Y sí!, es testarudo. Posee esa particular característica que encierra una buena dosis de cualidad con una pizca de defecto.

Poco dispuesto a ceder, al frente de la República hay un mandatario que se resiste a dar marcha atrás en su discurso. Que al margen del cimbronazo que experimenta la economía con los muy inquietos mercados, igual defiende su postura en el plano doméstico que en la escena internacional y a cuenta gotas va sumando victorias.

De cara a lo que viene: una reforma laboral, otra al sistema de salud y también al pensional, además de una reforma política que parece tener el camino expedito para aprobar el transfuguismo, traspasar la delgada línea de la separación de poderes ―con senadores que podrían convertirse en ministros― y minar las competencias de la Procuraduría; la lectura de quien conduce el Estado lejos está de ser un asunto menor.

Sonará a trabalenguas, pero la política se hace con políticos y Gustavo Petro ha demostrado un inteligente manejo político. La gobernabilidad se construye, entre otras cosas, ahondando en la minucia de un tablero de ajedrez en el que las fichas van mutando entre los escaques blancos y negros. Un tablero en el que el juego siempre está abierto.

Para los que en este punto se lo preguntan: No, no soy petrista. Sin embargo, un absurdo sería desconocer que ha logrado, este Gobierno, una sincronía en pro de sus aspiraciones pocas veces vista.

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