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Analistas 22/02/2022

El voto emocional

Paula García García
Conductora Red+Noticias

¿Qué tan informada vota la gente?, ¿profundizan los electores en las propuestas y programas de los candidatos?, ¿dedican tiempo a entender de política? Ustedes, estimados lectores, ¿acuden a las urnas con la suficiente preparación previa? ¿Se lo han preguntado?

En medio de una campaña que más parece un reality show que una contienda seria por la presidencia del país, los interrogantes resultan genuinos. No sobra recordar que quienes aspiran a un cargo de elección popular se convierten en productos, se comportan como tal, y están dispuestos a vestir un empaque atractivo. Para nadie es un secreto que se entregan al juego de la seducción, pero además, sacan provecho de la condición humana de sus audiencias. Tienen claro que le hablan a hombres y mujeres tan racionales como emotivos a los que, con frecuencia, dominan las entrañas por sobre la cabeza. He ahí el quid del asunto.

El voto emocional, ese que poco indaga en el fondo y prefiere los atajos mentales, pone de manifiesto el rol de las percepciones en arenas que aparentan ser opuestas a los impulsos. Sociólogos, neurocientíficos, expertos en psicología y hasta en psiquiatría lo han estudiado por años. Gracias a ellos, hoy sabemos que el ‵cerebro político′, interesante concepto de Drew Westen, explica por qué acaparan la atención los escándalos y las peleas en lugar de los debates con una exposición sana de ideas. Encender pasiones y despertar sensaciones. Conectar con la emotividad de las personas. De eso se trata.

En el caso colombiano, el panorama actual ratifica la teoría. Alejandro Gaviria, al que prácticamente le rogaron para que se lanzara, ha hecho de su tono prepotente y sobradez su mayor enemigo. Nada que despega en las encuestas. Mientras que, Rodolfo Hernández, con un lenguaje coloquial y frentero, alejado de tecnicismos y discursos elaborados, crece en número de adeptos. Muchos lo perciben auténtico.

De otro lado, en la centro derecha, y contrario a lo que ocurre con la feria de egos en la Coalición de la Esperanza, Federico Gutiérrez, podría quedarse con la banderas de la alianza. Aferrado a su idiosincrasia paisa, transmite sencillez y cercanía. En tanto, la izquierda, con Gustavo Petro diciendo lo que las masas quieren oír, se mantiene a la cabeza. El excitación que produce en sus seguidores anula cualquier posibilidad de cuestionar la veracidad o sensatez de sus promesas.

Por ahora, esta polarizada nación parece responder desde los sentimientos a una muy floja campaña en la que los planteamientos se escabulleron. Sin embargo, el verdadero pulso electoral empezará después de las consultas interpartidistas del 13 de marzo. Con un escenario decantado, menos relleno y las cuentas claras alrededor de la conformación del próximo congreso, será un nuevo comienzo.

Preocupa, eso sí, la percepción de país. Según los recientes sondeos, el pesimismo es generalizado. Como síntoma, mal consejero. En medio de la desesperanza, la racionalidad podría querer quedarse en segundo plano.

Ante la incertidumbre, Colombia necesita un sufragio responsable, estudiado, analizado. Un sufragio respaldado en el pensamiento crítico. Necesita votantes que obliguen a ofrecer una competencia entre estadistas. Una carrera de altura.

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