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Rusia y sus aliados elogiando a Trump y su notorio enfado. Europa, otrora cercano a Norteamérica, rodeando a Zelenski en su inesperada demostración de valentía. La inimaginable fotografía es el resultado del altercado, sin precedentes, que tuvo lugar en el despacho Oval de la Casa Blanca, en Washington, entre los presidentes de dos países que se subestimaron mutuamente. Ni el mandatario ucraniano imaginó que pretenderían sacarlo de la ecuación ni el jefe de Estado, de la mayor potencia, que el dirigente de una nación que lleva tres años atrincherada, se sublevara públicamente.
Está claro que el interés de Estados Unidos sobre Ucrania radica en las llamadas tierras raras. En materia geopolítica, necesarias para contrarrestar a China, histórico competidor y en las últimas décadas, líder en la extracción y procesamiento de los apetecidos minerales que juegan un papel crucial en el desarrollo de sofisticadas tecnologías. Con un 70% de la producción mundial, la ventaja del gigante asiático trasnocha al gobierno que persigue, a toda costa, hacer realidad el lema: “América primero”.
Esenciales en la industria aeroespacial, la movilidad eléctrica y la transición energética, entre muchos otros usos, se estima que Ucrania cuenta con 5% de los 17 elementos químicos que se agrupan bajo el nombre de tierras raras. Poseedores de 3% de las reservas mundiales de litio, conocido como el oro blanco y dentro del ranking de los cinco países con nutridas reservas de grafito; se convierte en un actor crucial para los objetivos económicos y de recuperación de la soberanía que quiere sacar adelante, en su segundo mandato, el poderoso republicano. Ahora bien, no es una cuestión menor que el valioso tiquete de cambio que permitiría a los ucranianos ejercer un poco de presión, se encuentre bajo la ocupación de Rusia.
Aunque a primera vista podría ser obvio cuál es el eslabón más débil de la cadena que conecta cada una de las partes en negociación y pese a que Donald Trump considere que las cartas están echadas y algunos no tienen ninguna; el golpeado Estado es hoy el factor que reconfigura alianzas y gesta fracturas en un escenario internacional que creíamos conocido. Para la Unión Europea, con Emmanuel Macron a la cabeza, resolver con garantías la invasión rusa, es un asunto de seguridad colectiva mientras el primer ministro británico, Sir Keir Starmer, deja de lado la retórica, invita a actuar en lugar de conversar y cuestiona la fiabilidad de los norteamericanos como aliados.
Dos bloques se abren paso en medio de un conflicto que pensamos, tendría, en este renovado intento, una pronta salida tras las cordiales conversaciones entre la administración Trump y un dispuesto Vladimir Putin. Con lo que no contábamos era con la pretensión de doblegar a todo un pueblo sin siquiera conceder un ápice de participación a su máximo representante. Algo así como negociar la paz en Ucrania ignorando a Ucrania.
Pese a que el tiempo apremia y en lugar de avances presenciamos retrocesos, quedan, de lado y lado, varias preguntas sobre la mesa: ¿están dispuestos los europeos a desafiar el ímpetu de un presidente que, ante la sorpresiva afrenta, tiene herido su ego y ha demostrado no temer a las consecuencias?, ¿los ventilados mensajes de apoyo trascenderán los espaldarazos?, ¿se concretarán los recursos anunciados?, ¿terminará en imposición el que pretendía ser un acuerdo para la explotación de recursos? ¿La historia dirá que fue Rusia la víctima y Ucrania el victimario? Por lo pronto, el statu quo no tiembla, pero se agita.