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Analistas 25/05/2015

Las mentiras llevaron a la invasión de Irak, no los errores

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Pero esa formulación es en sí misma una evasión, como lo señalaron Josh Marshall, Greg Sargent y Duncan Black, presentando cada uno un punto distinto, aunque crucial.

Primero, tal como escribió recientemente el Sr. Marshall (bit.ly/1GcABti), editor de Talking Points Memo, la invasión a Irak no fue un error de buena fe. El Presidente George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney no se sentaron con la comunidad de inteligencia, no le pidieron su mejor evaluación de la situación ni concluyeron después renuentemente que la guerra era la única opción. Decidieron desde el principio (incluso antes que se hubiera asentado el polvo del 11/9) usar un ataque terrorista de extremistas religiosos como excusa para perseguir a un régimen secular que, por malo que haya sido, no tuvo nada que ver con ese ataque.

Para armar el caso a favor de la espléndida guerrita que querían librar, deliberadamente engañaron a la población, haciendo una acusación esencialmente falsa sobre armas de destrucción masiva (porque las armas químicas, que muchos creían que Saddam Hussein tenía, no son nada como las armas nucleares sobre las que implicaron que estaban trabajando) e insinuando la falsa afirmación de que Saddam estaba detrás del 11/9.

En segundo lugar, como dice el Sr. Sargent, de The Washington Post, ni siquiera esto es retrospectivo (wpo.st/yGmH0). En ese entonces estaba bastante claro que el argumento a favor de la guerra era falso y bastante obvio (Dios sabe que pensaba que saltaba a la vista, e intenté decírselo a la gente), así como que el intento por crear un Irak pro estadounidense después de la invasión probablemente iba a ser un fracaso costoso. Entonces, la pregunta para los partidarios de la guerra no debería ser “¿Habrían sido partidarios sabiendo lo que saben ahora?” Debería ser: “¿Por qué no vieron lo obvio en ese entonces?”

Finalmente, y aquí es donde entra el bloguero Sr. Black (disq.us/8ncphx), parte de la respuesta es que mucha Gente Muy Seria efectivamente formaba parte del engaño. También querían una guerrita espléndida; o estaban ansiosos por bruñir sus credenciales de nada hippies diciendo “¡Oigan, vean, también somos partidarios de la guerra!” O rehuyeron a admitir las mentiras obvias porque eso hubiera sido partidista, y la Gente Muy Seria se enorgullece de ser centrista. Y ahora, por supuesto, están muy ansiosos por no examinar de nuevo sus acciones de entonces.

¿Podemos ver el debate económico de la misma forma? Sí, aunque discutiblemente no es tan manifiesto. Consideremos el largo periodo en que el republicano Paul Ryan, presidente del Comité Presupuestario de la Cámara de Representantes, fue tenido en alto como modelo mismo del conservador serio y honesto. Si alguien estaba dispuesto a hacer aunque sea un poco de tarea, desde el principio resultaba obvio que era un fraude, que su presunta preocupación por el déficit era una simple cubierta para la verdadera meta de desmantelar al estado asistencialista. Hasta la locura por la inflación podría explicarse mejor en términos de la agenda política: la gente de la derecha estaba furiosa con la Reserva Federal porque, a sus ojos, estaba evitando el precipicio fiscal que querían usar para justificar su cruzada en contra del seguro social. Así que pusieron presión a la Fed para que dejara de hacer su trabajo.

Y la Gente Muy Seria posibilitó todo esto, de la misma forma en que posibilitó las mentiras de Irak.

Pero volviendo con Irak: lo crucial a entender es que la invasión no fue un error, fue un crimen. Nos mintieron para entrar a la guerra.

Y no deberíamos permitir que se olvide esa horrible verdad.

Repasando decisiones pasadas

En una entrevista ofrecida el 11 de mayo a Megyn Kelly, de Fox News, a Jeb Bush (ex gobernador de Florida y candidato potencial republicano para presidente en 2016) le hicieron la siguiente pregunta sobre la invasión a Irak encabezada por Estados Unidos: “De haber sabido lo que sabemos ahora, ¿habría autorizado la invasión?”

Bush respondió diciendo que lo hubiera hecho, respuesta que generó bastante escrutinio de los medios y críticas de ambos lados del espectro político. El Sr. Bush es hermano del ex Presidente George W. Bush, cuya administración justificó la invasión a Irak en 2003 con base en información de inteligencia que posteriormente resultó falsa.

Luego de la entrevista con Fox News, Jeb Bush declaró en una entrevista de radio que malinterpretó la pregunta de la Sra. Kelly, y explicó que aunque hubiera buscado la invasión con base en la información de inteligencia que su hermano había recibido, esa información efectivamente había sido defectuosa.

Sin embargo, los críticos siguieron acusando que el Sr. Bush ofrecía respuestas evasivas sobre el tópico. El 14 de mayo, en una parada de campaña en Arizona, el Sr. Bush finalmente declaró: “Sabiendo lo que sabemos ahora… no me hubiera metido. No hubiera ido a Irak”.

Esa declaración lo puso en línea con otros aspirantes presidenciales republicanos, muchos de los cuales han afirmado que habrían ordenado la invasión de haber tenido la misma información de inteligencia que el Presidente Bush, pero que no lo habrían hecho si hubieran sospechado que la información era defectuosa.

Sin embargo, los detractores han sostenido que la cuestión va más allá de errores de inteligencia. “La guerra de Irak fue un desastre, pero no fue solo culpa de inteligencia defectuosa”, escribió en Vox el comentarista Ezra Klein. “La guerra nunca habría pasado si la administración Bush hubiera estimado realistamente el costo, el compromiso militar o la reacción de la gente iraquí. La teoría básica de la guerra que hizo que la invasión pareciera buena idea estaba equivocada, y Estados Unidos, e Irak, pagaron con creces el error. Pero Jeb Bush aparentemente ha aprendido poco de los errores de su hermano. Ha renegado de la información de inteligencia que llevó a la guerra en Irak, pero no del pensamiento de política exterior que nos llevó ahí”, afirmó.

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