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Analistas 22/09/2013

Japón: no arruinar algo bueno

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Hasta el momento, la “Abenomía” ha estado yendo muy, muy bien. Al señalar que el Banco de Japón ha cambiado, que no se llevará la botella de sake justo cuando la fiesta se pone buena, que va a apuntar a inflación positiva sostenida, y también al indicar que se aproxima cierto estímulo fiscal pese a los altos niveles de deuda, las autoridades japonesas han logrado un giro notable en el desempeño económico de corto plazo.

Pero, ¿terminará siendo contraproducente este éxito a corto plazo? Esto, tomado de un artículo reciente del Financial Times, realmente me preocupa: “La economía de Japón se expandió a una tasa significativamente más rápida de lo inicialmente informado durante el segundo trimestre, aumentado la probabilidad de que Shinzo Abe, el Primer Ministro, siga adelante con un contencioso aumento en el impuesto a las ventas, aunque sería compensado por más gasto gubernamental”.
 
Vea, tal vez Japón pueda sostener su crecimiento de cara a este aumento en los impuestos. Pero tal vez no. ¿Por qué no esperar a que el crecimiento se haya establecido firmemente, y en particular hasta que la deflación esperada haya sido sólidamente reemplazada con inflación esperada?
 
Yo diría que retrasar el incremento en el impuesto a las ventas sería lo prudente a hacer, incluso en términos puramente fiscales. Una de las graves consecuencias de la deflación japonesa combinada con el límite inferior cero inherente de las tasas de interés ha sido que las tasas de interés reales japonesas hasta hace poco han sido significativamente más altas que las de otros países desarrollados; una cuestión de considerable preocupación cuando se tiene una deuda heredada muy alta. Lograr que bajen esas tasas de interés reales (y, en menor grado, erosionar el valor real de la deuda existente) importa mucho para el panorama fiscal de largo plazo; simplemente es una tontería poner el peligro el progreso en ese frente en nombre de la responsabilidad fiscal.
 
Sí, eventualmente Japón va a necesitar más ingresos. Pero la reflación debería llegar antes. Que esto se esté discutiendo en este momento es una señal realmente muy mala.
 
Incertidumbre en la OCDE
 
Una de las características distinguibles del discurso económico desde 2008 ha sido el papel notablemente destructivo que ha jugado la mayoría de los tecnócratas internacionales, aunque no todos. De cara a alto desempleo y baja inflación, instituciones clave (la Comisión Europea, el Banco de Pagos Internacionales y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde) consistentemente han apelado a favor de políticas que deprimirían aún más a las economías desarrolladas.
 
Lo que ha sido interesante de estas recomendaciones es que no vienen, como podría esperarse, de una aplicación rígida de modelos económicos convencionales. Los modelos convencionales, después de todo, dicen que la política fiscal contractiva es contractiva, y que no deberían aplicarse en tiempos en que esos efectos adversos no pueden ser compensados con una política monetaria más relajada. Y con seguridad, los modelos convencionales no dicen que se deberían elevar las tasas de interés de cara al alto desempleo y baja inflación. No obstante, de alguna forma la gente de estas instituciones decidió que reforzar las políticas fiscal y monetaria era lo que se debía hacer, inventando historias al vuelo (no las llamaría modelos) para justificar sus exigencias.
 
Supongo que a estas personas simplemente les tendríamos que decir “cratas”, puesto que la parte de “tecno” salió volando por la ventana y fue reemplazada por intuición, o algo así.
 
De cualquier forma, la Ocde es el peor o el segundo peor infractor; el Banco de Pagos Internacionales le hace la competencia en lo que respecta a la restricción de dinero. Según las propias estimaciones de la Ocde, el “balance primario subyacente” de toda la eurozona ha pasado de un déficit a un superávit significativo desde 2009, un cambio de aproximadamente 4% del producto interno bruto (PIB). Dado lo que ahora sabemos respecto a los multiplicadores, esto debió haber deprimido el PIB en la eurozona en al menos 5%, y probablemente más, en comparación con lo que hubiera pasado sin austeridad. E indudablemente, a la eurozona le ha ido muy mal, con una prolongada recesión y ahora un débil crecimiento incluso cuando está creciendo. Entonces, ¿qué podría explicar esto?
 
Bueno, debe ser la “incertidumbre”, según el economista en jefe de la Ocde.
 
¿Qué otra cosa podría ser?
 

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