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Analistas 02/02/2014

Exageraciones económicas en Europa

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Aliados del gobierno del Primer ministro británico, David Cameron, ahora se mofan del Presidente de Francia, François Hollande, por haber hecho “encallar” a la economía francesa, según The Financial Times, presumiblemente en contraste con el triunfo de Gran Bretaña.

¿Cómo se ve eso en términos de, usted sabe, en términos de los números reales?
Vea el gráfico del producto interno bruto real de Gran Bretaña y Francia desde el principio de la crisis económica. Ninguna de las dos economías se ha cubierto de gloria, pero ciertamente no se ve como un triunfo británico.

Bueno, pero tal vez solo deberíamos analizar los desarrollos desde que el gobierno de coalición de Gran Bretaña tomó el poder en 2010. De hecho es una mala idea; las economías efectivamente tienden a rebotar de crisis profundas, por lo que se esperaría mayor crecimiento desde la depresión en Gran Bretaña, que tuvo la caída más grave. No obstante, si de algo vale, también vea ese gráfico. El desempeño de Gran Bretaña fue claramente peor que el de Francia hasta los últimos dos trimestres, cuando se adelantó ligeramente. Otra vez, difícilmente el tipo de resultados que justificaría el alarde.

Realmente es sorprendente ver cómo se vende un alza cíclica hasta el momento breve y para nada impresionante como un triunfo gigantesco de política.

Pero supongo que así es la política.

La eutanasia del rentista
Un lector citó recientemente a John Maynard Keynes: “Las fallas excepcionales de la sociedad económica en la que vivimos son su incapacidad para procurar la plena ocupación y su arbitraria e inequitativa distribución de la riqueza y los ingresos”.

Por supuesto, también es una cita perfecta para nuestros tiempos. Viene del último capítulo de “General Theory”, un capítulo que definitivamente vale la pena volver  a leer a la luz de los debates actuales.

Esto es porque lo que Keynes describe en este capítulo es, más o menos, una condición de estancamiento secular; de rendimientos de inversión persistentemente bajos, combinados con una sobreoferta crónica de ahorro. Keynes creía, en 1936, que éste sería el estado de las cosas en las siguientes décadas, y por supuesto que se equivocó en eso. Pero no se equivocó en la posibilidad de un estado de las cosas como ése, y desde que Larry Summers, el ex secretario del Tesoro, se presentó hace un tiempo como creyente del estancamiento secular, la visión de que bien podríamos estar ahí se ha vuelto convencional.

Lo que me impactó, viendo lo que escribió Keynes, fueron sus comentarios sobre las tasas de interés y el rendimiento del capital: bajas tasas de interés, sugirió, “significarían la eutanasia del rentista y, consecuentemente, la eutanasia del poder opresivo acumulativo del capitalista para explotar el valor de escasez del capital”.

De hecho, por ahora, al menos las ganancias siguen altas, pero el rendimiento de los bonos es muy bajo.

Lo que Keynes no dijo, pero ahora parece obvio, es que es improbable que los rentistas acepten su eutanasia dignamente. Y sostendría que ahí yace la explicación final del persistente clamor de recrudecimiento monetario pese a la debilidad de las economías y a la inflación baja. He descrito en varias ocasiones cómo los defensores de las políticas monetarias restrictivas están cambiando sus argumentos constantemente (se trata de la inflación; no, se trata del funcionamiento sólido del mercado; no, se trata de la estabilidad financiera), pero siempre con la misma cuestión de fondo: las tasas de interés deben subir ahora, ahora, ahora.

Bueno, lo que creo que estamos escuchando son las voces de los rentistas (y de los que trabajan para ellos, explícita o implícitamente) demandando su derecho natural a ganar buenos rendimientos incluso si el recurso que controlan de hecho ya no es escaso.

No están dispuestos a irse poco a poco en su eutanasia.

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