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Analistas 29/11/2014

El camino correcto para un Japón en problemas

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Pero hay mucho escepticismo, que en general es justificado. El Sr. Abe está intentando lograr algo muy difícil, y de ninguna manera está claro si los instrumentos que está desplegando son suficientes.

No obstante, hay un tipo de crítica que realmente odio, para Japón y todas partes, y la odio especialmente porque es una de esas cosas tan completamente aceptadas por la Gente Muy Seria que ni siquiera comprenden que están recitando una hipótesis dudosa en lugar de Decir la Verdad. Me refiero a la afirmación de que Japón no necesita impulsar la demanda, aunque requiere reforma estructural.

¿De qué estamos hablando aquí? Tradicionalmente, la reforma estructural se ofrecía como respuesta al problema de estanflación (una combinación de inflación alta y elevado desempleo). Si la economía de un país empezaba a sobrecalentarse vía inflación acelerada, pese a un nivel de desempleo bastante alto, entonces el argumento era que esto se debía a rigideces en el mercado laboral (básicamente, un eufemismo para un sistema donde es difícil despedir gente o recortar sus salarios), y que para permitir mejor desempeño había que hacer que el mercado laboral fuera más flexible (por ejemplo, más brutal).

OK, este argumento tiene bastante sentido, incluso cuando el problema es la estanflación es menos inflexible de lo que la sabiduría convencional quiere hacerle creer Siempre ha habido motivos para creer que mucho desempleo “estructural” de hecho es resultado de histéresis, o el daño duradero ocasionado por recesiones prolongadas. No obstante, al menos era un argumento coherente.

Pero Japón no está sufriendo de estanflación; tampoco Europa. En cambio, sufren de baja inflación, o deflación, y de persistentes déficits de demanda pese a tasas de interés iguales a cero.

¿Exactamente por qué la reforma estructural supuestamente debe ayudar a curar este problema?

Efectivamente, el tipo de reforma estructural del que más ha hablado la gente (hacer que los mercados laborales sean más flexibles, para facilitar los recortes salariales) profundizaría las crisis, si acaso. ¿Por qué? La paradoja de la flexibilidad: la caída en los salarios y los precios incrementa la carga real de la deuda, deprimiendo más la demanda.

De hecho, si lo pensamos, definitivamente los llamados a favor de la reforma estructural tienen una onda parecida al aceite de culebra, que se vende como elixir universal: ¡Cura la inflación, pero también la deflación! También el dolor de espalda y el mal aliento.

Ahora bien, podría haber ciertos tipos de reforma estructural que ayudarían un poco a Japón. Por ejemplo, cambios en el uso de suelo o regulaciones en la altura de los edificios que permitan más relleno en las ciudades japonesas podrían estimular la inversión y ayudar a incrementar la demanda. Pero el punto es que los llamados generales a favor de la “reforma estructural” como respuesta es intelectualmente perezoso y destructivo. Mucho de lo que llamamos reforma estructural no solo dañaría en lugar de ayudar, sino que declarar que el problema es estructural también causa que los hacedores de política dejen de ver la pelota, puesto que lo que Japón necesita ahora, más que cualquier otra cosa, es escapar de la deflación, como pueda.

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