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Analistas 10/02/2013

Economía de grupo: está de moda temer al déficit

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Durante los primeros días de la debacle de Irak, aprendí que el Ejército tiene un término para expresar cómo ideas altamente dudosas no sólo se vuelven aceptadas sino que son vistas como certezas.

"Amplificación incestuosa” sucede cuando un grupo cerrado de personas repite las mismas cosas entre ellos mismos - y cuando aceptar los preconceptos del grupo se vuelve un boleto necesario para ser parte del grupito. Una noción fundamentalmente fallida - digamos, que los alemanes no pueden atacar a través de las Ardenas - se vuelve parte de lo que todo mundo sabe, dode “todo mundo” significa, por definición, sólo la gente que acepta la noción fallida.
 
Lo vimos en vísperas de la guerra de Irak, cuando propuestas perfectamente obvias - que el caso a favor de la invasión era muy débil, que la ocupación bien podría ser una pesadilla - no sólo fueron rechazadas sino completamente descartadas de la discusión; si alguien acaso consideraba esas posibilidades, entonces no era una persona seria, independientemente de sus credenciales.
 
Lo que me lleva al debate fiscal, caracterizado por la forma particular de amplificación incestuosa que Greg Sargent, un comentarista de The Washington Post, llama El Circuito de Retroalimentación del Déficit del Beltway.
 
He escrito sobre mi aparición reciente en “Morning Joe” y la reacción del conductor Joe Scarborough en una columna para Politico, que consistió en insistir que casi ningún economista convencional comparte mi punto de vista de que el temor al déficit ha sido vastamente exagerado.
 
Tal como lo señaló Joe Weisenthal en Business Insider en una publicación intitulada “11 People That Joe Scarborough Should Meet Before Writing Another Column on the Deficit”, la realidad es que entre los que han expresado opiniones muy similares a las mías figura el economista en jefe de Goldman Sachs; el ex secretario del Tesoro y ex director del Consejo Económico Nacional; el ex vicepresidente de la Reserva Federal, y el editor de economía del Financial Times.
 
El punto no es que esta gente necesariamente tenga la razón (aunque sí la tiene), sino que el intento de argumento del Sr. Scarborough a través de autoridad es fácilmente refutable incluso sondeando casualmente la erudición económica reciente. Pero esta gente no forma parte del grupito, y si acaso llega a participar de la conversación del grupito, sólo es atenuando su mensaje suficientemente como para que el grupito no lo entienda.
 
Y en ese punto, por supuesto, toda la Gente Muy Seria ha comprometido su reputación tan enteramente a la doctrina oficial que casi literalmente no puede oír ninguna evidencia contraria.

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