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¿Las cosas han mejorado desde entonces? En ciertas formas incluso han empeorado: en estos días, el equilibrio de los medios parece conllevar reescribir la historia retroactivamente para evitar decir a los lectores que los partidarios de un lado del debate de política se equivocaron completamente.
En particular, cuando vemos informes sobre discusiones monetarias, a menudo tenemos caracterizaciones de lo que han estado diciendo los críticos de ala derecha de la Reserva Federal, que más o menos dicen lo siguiente, sacado de un artículo reciente del Washington Post: “Entre las críticas: La Fed mantuvo las tasas de intereses artificialmente bajas y alimentó burbujas especulativas. Las camionadas de dinero conocidas como relajación cuantitativa solo inflaron los mercados de valores y financiaron el gasto deficitario de Washington. El rescate de los grandes bancos los dejó más grandes que nunca”.
Ummmm, no.
Los conservadores que se reunieron a principios de mes en el marco de la Cumbre de Jackson Hole no advirtieron de burbujas ni de bancos muy grandes como para que quiebren. Advirtieron, en términos apocalípticos, que la inflación descontrolada estaba a la vuelta de la esquina.
¿Por qué un reportero acreditaría a los críticos de la Fed de haber pronunciado advertencias que no emitieron, y por qué no mencionaría lo que realmente dijeron? La respuesta es que si, por ejemplo, alguien escribe que “Ron Paul ha estado pronosticando inflación descontrolada desde que la Fed inició sus políticas expansivas”, estaría dejando en claro que el ex diputado y aspirante presidencial republicano ha estado completamente equivocado todo el tiempo. Y transmitir esa verdad (incluso como simple cuestión de reportaje de hechos) aparentemente se le considera como tomar lado.
Entonces, lo que tenemos en cambio es un encubrimiento de la historia intelectual, donde se muestra a los críticos de la Fed presentando argumentos que no han sido expuestos como ridículos. Es un espectáculo muy lamentable.
El alma reaccionaria
En una columna reciente para el Times, Frank Bruni se maravilló de las encuestas de opinión que indican que Donald Trump, con sus múltiples matrimonios y casinos, es el candidato presidencial preferido entre los cristianos evangélicos republicanos. A otros comentaristas les impacta ver que un grosero mercantilista avance tanto en el supuesto partido del libre mercado. ¿Qué le pasó a los principios conservadores?
De hecho, nada; esos supuestos principios nunca fueron reales. La religiosidad conservadores y fe en los mercados nunca tuvieron nada que ver con vivir una vida piadosa ni con dejar que la mano invisible promoviera la actividad empresarial. En cambio, tal como lo describe Corey Robin, profesora de ciencias políticas de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, el conservadurismo moderno es “un movimiento reaccionario, una defensa del poder y el privilegio en contra de los desafíos democráticos de abajo, particularmente en las esferas privadas de la familia y el lugar de trabajo”.
Realmente tiene que ver con quién manda, y de asegurarse que el hombre a cargo siga mandando. El Sr. Trump es admirado por poner a las mujeres y a los trabajadores en su lugar, y no importa si codicia la esposa del vecino o si exige guerras comerciales.
El punto es que el Sr. Trump no es un foco de distracción; es una revelación que saca al descubierto las verdaderas motivaciones del movimiento conservador.