.
Analistas 19/03/2022

Dimensión ética de la educación

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Acabamos de vivir una jornada democrática que nos ha hecho reflexionar en torno a lo importante que es este asunto a la hora de evaluar el ejercicio educativo de las Instituciones de Educación Superior (IES) en el aporte y liderazgo que tienen en la formación de sus estudiantes y graduados para apropiarse con responsabilidad y actuación cierta en estos procesos; finalmente se trata de un ejercicio ciudadano que de una u otra manera marca el destino común de las comunidades y la sociedad en general. La pregunta desafiante que los diferentes grupos de interés hacen a IES es si están educando a los ciudadanos que verdaderamente se preocupen por ser parte de la construcción de un mundo más sostenible y pacífico para todos. Es decir, que si de verdad los estudiantes y graduados de las instituciones tienen en su “ADN” la preocupación y el emprendimiento suficiente para aportar con sus conocimientos algo creativo e innovador. El objetivo misional de la educación superior es precisamente educar a los ciudadanos, ella está llamada a formar graduados comprometidos con la participación en la vida más amplia de nuestra sociedad como, por ejemplo, en el ámbito público.

Lo más importante ante este desafío de las IES es preguntarnos por el qué enseñar para ser ciudadanos responsables en la construcción de la civilización, y cómo hacerlo para que lo que se enseñe y los estudiantes y graduandos aprendan, tenga suficiente coherencia con una nueva manera de comprender el mundo. ¿Qué deben enseñar las instituciones y cómo deben hacerlo? Mucho se ha hablado, desde hace más de 20 años, sobre las competencias específicas y las transversales. Lo mismo que hoy llaman los expertos y técnicos de la educación, los resultados de aprendizaje. En sí, se trata de mirar a fondo aquello que los estudiantes saben, comprenden, entienden y son capaces de poner en práctica a través del hacer y del servir al final de sus cursos o programa de estudio.

Desde el análisis crítico educativo, no basta con tener las competencias y habilidades necesarias para ser certificados (o titulados) con un saber que autentica lo que se aprendió en el proceso educativo, y que garantiza su capacidad o destreza para hacer algo. También es necesario que los estudiantes y graduados se comprometan a fondo y que muestren su disposición a que las realidades se construyan con su liderazgo y los aportes creativos e innovadores que ellos hagan. Es muy posible que como individuos podamos hacer cosas que deberíamos abstenernos de hacer y, la historia no tiene escasez de ejemplos de ello. Esta es la dimensión ética de la educación que tanto requiere nuestro país y el mundo para formar los ciudadanos comprometidos en la construcción de la nueva Colombia. Formar en valores, actitudes, conocimientos, habilidades y comprensión crítica es la clave de un país con jóvenes que encuentran sentido a su proyecto de vida, y que adquieren la responsabilidad de su aporte significativo para construir una sociedad con mayor bienestar.

La apuesta educativa para formar ciudadanos activos requiere de una metodología dinámica. Es decir, se trata de que el proceso de enseñanza-aprendizaje se viva en doble vía, la teórica y la práctica. Siendo esta última quizá la que de manera particular se afianza en la medida en que nuestros estudiantes descubren que el conocimiento y la comprensión teóricos deben ir acompañados de la capacidad de poner en práctica los conocimientos y, yo diría, la comprensión ética de cuándo y cómo es apropiado hacerlo. Cualquiera que sea el aprendizaje, es necesario practicar lo que se aprende y también lo que se enseña. La educación superior no puede educar a ciudadanos comprometidos y dispuestos a servir, a menos que las IES y los miembros de su comunidad académica practiquen lo que enseñan, esta es la verdadera coherencia en la gestión, en la dimensión ética educativa.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA