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Analistas 02/08/2021

Vacunas contra la desinformación

Núria Vilanova
Presidente de ATREVIA

Hace cuatro meses, desde estas líneas, ya alertaba sobre la necesidad de impulsar estrategias frente a la manipulación. Ahora, a la vista del Barómetro de la desinformación y los discursos de odio frente al migrante realizado en España conjuntamente por ATREVIA, Maldita.es y Oxfam Intermón, hemos constatado que la infodemia es una amenaza tan real para nuestras sociedades como el coronavirus lo es para nuestra salud.

Comparto algunos datos concluyentes del informe. Dos de cada tres ciudadanos (68%) se ve incapaz de diferenciar lo que es real de una manipulación deliberada o un bulo. Uno de cada dos (54%) comparte la afirmación de que hay tanta desinformación “que ya no me creo nada”. La mitad de la población (50,1%) nunca consulta, o lo hace menos de una vez por semana, medios, organizaciones o personas no afines en opinión. Y 85% de los encuestados cree que existe una intención deliberada de manipularlos a través de las redes sociales.

Estamos ante un problema global, en el que los mecanismos mediante los que actúa la desinformación son comunes. Así, a través de 2.000 encuestas, hemos comprobado que, a mayor difusión de una narrativa -aunque sea falsa-, mayor credibilidad. Además, se trata de un fenómeno que afecta directamente a la toma de decisiones de los ciudadanos. Por ejemplo, en España, 84% de los ciudadanos ha escuchado alguna vez que el Estado da trato de favor económico y social a los inmigrantes, y son un tercio (32%) quienes consideran verdad este bulo. A partir de ahí, es fácil comprender la razón por la que los movimientos antivacunas, los discursos del odio o los populismos han encontrado en la red su mejor caldo de cultivo.

Tal desinformación genera una actitud de rechazo en los ciudadanos que condiciona las políticas de los gobiernos de todo el mundo, aun a sabiendas de que ese interés general como criterio para la toma de decisiones puede estar adulterado. Una dinámica que es necesario conocer y desenmascarar.

Pero también hemos preguntado a los ciudadanos sobre posibles soluciones. Estas son sus aportaciones: 70% es partidario de una mayor regulación pública de los contenidos en redes sociales; 59% está de acuerdo con que se señalen las noticias falsas una vez verificadas por agentes independientes; y 84% considera el periodismo de verificación una eficaz defensa frente a las mentiras.

El debate está ahí. Hay que buscar el equilibrio entre derechos encontrados, y educar a los ciudadanos para que sepan detectar cuando están ante un bulo.

De lo que no cabe duda es de que todos debemos implicarnos en esta situación de emergencia informativa. Las consultoras de comunicación y posicionamiento estratégico, como ya hacemos en ATREVIA, tenemos que ser parte activa en esta lucha. Este Barómetro de la desinformación es un paso importante para saber cómo se difunden narrativas que distorsionan nuestra forma de percibir la realidad. Y seguiremos investigando y generando alianzas para evitar que el virus de la desinformación sea una enfermedad persistente que contamine nuestra convivencia, y cuyos efectos, además de imprevisibles, sean irreversibles.

Hace unos días leía el informe de Luigi Echevarri sobre la manipulación digital en Colombia. Nuestro equipo analizó el caso de Chile, y no hay duda. Hoy, las redes sociales son un campo de batalla donde se rescribe la realidad con el concurso de potencias extranjeras y actores encubiertos. Libertad y transparencia van unidas y hoy toca estar muy atentos.

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