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Analistas 03/10/2020

La inexorable prociclicidad crediticia

Nelson Vera
Economista
Analista LR

En esta coyuntura de virus, difícilmente transcurre una semana sin que se discutan propuestas económicas contraproducentes en múltiples frentes, deslizándose el debate hacia una especie de “Pseudo Discusión” en los temas clave fiscales-tributarios, laborales-pensionales y financieros-bancarios. El turno de esta semana en este debate tipo “bicicleta estática” toca los temas crediticios… Retomemos entonces las cifras más recientes.

Infortunadamente, han venido calando en la opinión pública dos conceptos crediticios erróneos: i) que el crédito es la solución a todos los problemas actuales del sector empresarial; y, que por ello ii) la reacción óptima es una aceleración de la cartera vía reducción en los estándares de riesgo.
Debemos retrotraernos al elemental comportamiento procíclico del crédito.

Gran parte del andamiaje regulatorio-prudencial de Basilea III busca precisamente mitigar los potenciales excesos de amplificación del ciclo provenientes del sistema financiero. En Colombia, la regulación prudencial ha venido ciñéndose a dichos estándares e incluso venía con aplicaciones de provisiones contracíclicas pre-Lehman. Pero difícilmente se lograrán expansiones crediticias positivas (en términos reales) ante contracciones económicas proyectadas de -7,5% para 2020.

Una cosa es buscar proveer el máximo de asistencia-liquidez bancaria (prudente) al sector empresarial. Otra cosa es desconocer la realidad de que, ante inexorable incremento del riesgo, los bancos deben hacer un cuidadoso análisis de capacidad de pago de clientes, so pena de “comprarnos” peligrosos agravantes de crisis financieras a futuro.

Por ahora, las cifras anuales de julio aún muestran aceleraciones de la cartera crediticia hacia 6,5% real (vs. 3,6% un año atrás). Sin detrimento de evidentes contracciones en el margen (desembolsos) cercanos a 50% frente a niveles pre-crisis.

Por modalidad, se evidencian efectos encontrados de aceleraciones en la cartera comercial (8,1% vs. 0,6%), contrarrestando la desaceleración en consumo (4,7% vs. excesos del 8-10% un año atrás). En este último caso, esas expansiones lucirían elevadas aún en ausencia de pandemia, dado el elevado apalancamiento de los hogares (bordeando un 38% del ingreso disponible). Lucen desenfocados los recientes llamados a subsidios a dicha cartera de consumo.

En la prociclicidad crediticia juegan elementos tanto de oferta como de demanda, según lo confirma la Encuesta de Crédito del Banco de la República (BR) con corte al segundo trimestre de 2020. Allí se evidenciaron marcadas reducciones en la demanda de crédito de los hogares, descendiendo hacia pisos históricos los balances de respuestas de carteras de consumo-vivienda.

En lo concerniente a las firmas, el descenso fue algo más moderado (reversando el leve incremento evidenciado en las primeras semanas de crisis). Por el lado de la oferta, se observaron aumentos hacia picos históricos en los estándares de originación crediticia en las carteras de consumo, comercial y microcrédito.

El Reporte de Estabilidad Financiera del BR trae un parte de resiliencia patrimonial del sector bancario ante pruebas de stress, considerando escenarios ácidos de recesión durante 2020-2021. La solvencia bancaria se reduciría del actual 15,5% (10,6% en solvencia básica) al 12-13% (8%), ambos valores por encima de sus mínimos requeridos (9% solvencia total; 4,5% básica).

Análisis actualizados de la Superfinanciera estiman que dicha solvencia agregada puede incluso mantenerse en niveles cercanos a 14% al cierre de 2020 por cuenta de expedientes de reservas patrimoniales y capitalización de utilidades.

Evidentemente, se tendrá un deterioro en los flujos del sector-bancario: i) cartera morosa podría doblar sus actuales niveles del 3,9% (contenidos, en parte, por los mayores ritmos de castigos), aun con los favorables efectos de los períodos de gracia-redefiniciones de las Circulares 7-14 de la Superfinanciera (ahora operando bajo el PAD-Circular 22); y ii) incrementos en gastos-provisiones (partiendo de aceptables niveles de cubrimientos cercanos al 170% en la relación Provisiones/Cartera morosa). Todo ello probablemente implicará utilidades nulas (o incluso pérdidas) durante 2020.

Tampoco es correcta impresión del público de que los bancos son los únicos perjudicados ante impagos. Evidentemente, el capital es la primera línea de defensa, pero eso hoy ronda el 15% de los activos ponderados por riesgo (según lo discutido). Economistas no hemos logrado que cale en el público el hecho básico de que intermediación financiera se hace con los depósitos-ahorros, no con las utilidades, ni con la liquidez del BR, o cualquier otra serie de “inexactitudes” que abundan en la discusión.

El esquema de garantías crediticias-FNG es el canal adecuado para mitigar ese riesgo no gestionable por parte del sistema financiero, pero allí operan también los elementos de oferta y demanda crediticia (aunque en menor magnitud, dada transferencia parcial de riesgo al Estado).

Los mismos economistas debemos ser más claros: es siempre un error pensar que problemas de viabilidad-solvencia se pueden corregir con mayor liquidez. Ni sistema financiero, ni bancos centrales pueden evitar cascada de quiebras empresariales. En ese caso, el papel le corresponde más a esfuerzos fiscales responsables. Y aún allí, se trata de control de daños.

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