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Analistas 27/09/2023

¿Por qué le tenemos miedo a la espiritualidad?

Natalia Zuleta
Escritora y speaker
Natalia Zuleta

Tantas preguntas sin respuesta en este mundo caótico en donde nadamos en una sensación de desasosiego e impotencia fluctuantes. La salud mental será tal vez una de las grandes pandemias silenciosas que ya experimentamos. Y es que así como la tierra nos habla a través de una crisis climática cada vez más evidente, nuestras mentes y corazones nos llaman silenciosamente a reencontrarnos con nuestra verdad y volcar la mirada hacia adentro.

Las cifras son contundentes, según medicina legal en todo 2021 y hasta julio de 2022 se habrían suicidado 4.159 personas en Colombia, de las cuales 1.714 eran menores de 29 años de edad. Así mismo 44% de los niños en el país tiene algún problema de salud mental y 5% de los adultos a nivel mundial sufre depresión. Esta crisis casi humanitaria nos pone al borde de un inminente abismo que debemos mirar desde una perspectiva más amplia y profunda que nos permita empezar a encontrar nuevos caminos para vislumbrar un futuro en el que nuestra humanidad se fortalezca y re conecte con su resiliencia natural.

Por más estudios médicos que den cuenta de las causas físicas, biológicas y emocionales de las enfermedades mentales, necesitamos encontrar espacios en los que podamos hacer conciencia de las limitaciones que nos hemos impuesto, sanar nuestros dolores y mirarnos con mayor amplitud y riqueza. Si tenemos en cuenta que la salud mental es ese estado de bienestar que nos permite establecer relaciones con otros y con nuestro entorno, enfrentar los desafíos de la cotidianidad, aprender, trabajar y contribuir a nuestro entorno , estas son cualidades cada vez más necesarias frente a la incertidumbre y el cambio.

Las habilidades individuales y colectivas que cultivemos para relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, tomar decisiones y construir el mundo en que queremos vivir, representan un nuevo camino en la búsqueda de la sostenibilidad. Y es allí en donde la espiritualidad se presenta como un vehículo para ver lo que realmente somos. La espiritualidad entendida como un contenedor en el que podemos vaciarnos, entendernos y abrir espacio para cultivar las cualidades tan necesarios como el amor, la compasión y la trascendencia. La espiritualidad como esa conexión de todas nuestras dimensiones cuerpo, mente y corazón en total sinergia con nuestro propósito y con lo que el mundo necesita de nosotros.

Ahora bien la palabra espiritualidad causa muchas veces una extraña molestia e inquietud entre quiénes la escuchan pues ha sido históricamente una práctica ligada a las religiones que cada día han perdido más sentido para muchas personas. Y también causa miedo pues implica más allá de un compromiso con una creencia en particular, una disposición a desnudarnos y develar todo aquello que nos duele y que nos impide vivir en un estado de felicidad. Un desprendimiento de la formas radicales y absolutas para volvernos flexibles y abiertos a todo aquello que nos depara la vida.

Es darnos cuenta de que vivimos en unas cárceles hechas de creencias limitantes, deseos inconclusos y apegos y que esta condición nos aleja también de lo que podríamos llamar nuestra salud espiritual. Y esa salud espiritual está íntimamente ligada con nuestra salud mental pues es en ella en donde confluyen todas nuestras dimensiones. Es en ella en donde se evidencia la desconexión que existe entre nuestra mente y sus ideas, nuestro corazón y sus emociones y nuestro espíritu y su propósito. Una de las causas de la depresión, la ansiedad y la angustia.

La espiritualidad nos da miedo porque pensamos que no es de humanos es de arquetipos inalcanzables o de figuras místicas sobrenaturales como Jesucristo o Buda. Olvidamos que ellos fueron tan humanos e imperfectos como nosotros y lo que los hizo inmortales fue su vida en propósito, su sentido de trascendencia y su conexión en todas las dimensiones de su ser. ¿Habrá algo más humano que eso?

La salud mental es una responsabilidad de gobiernos y organizaciones en generar condiciones de vida que promuevan un hábitat sostenible para las personas. Pero también es una responsabilidad individual en darnos cuenta de cómo nos hemos desconectado de nuestro potencial espiritual que es inagotable e irremplazable.

La IA podrá reemplazar parte de nuestras habilidades intelectuales pero jamás podrá intervenir en nuestra evolución espiritual, aquella que nos permite encontrar un propósito y tener una disciplina permanente para vaciar nuestra mente y limpiarla, trascender nuestras emociones y nuestra confusión y cultivar cualidades invaluables para el futuro de la humanidad como el amor, la compasión y el sentido de interdependencia. Que no nos dé miedo ser más espirituales.

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