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Analistas 20/01/2023

El mundo no para de llorar

Natalia Zuleta
Escritora y speaker
Natalia Zuleta

El clima siempre ha sido un indicador importante de las condiciones atmosféricas de la tierra, así como de los fenómenos meteorológicos que ocurren a nuestro alrededor. Al mismo tiempo en un sentido más metafórico puede llegar a ser un elemento descriptivo de un ambiente en términos de emociones y sensaciones generadas, hablamos entonces de lugares y situaciones que pueden tener un clima hostil o amigable de acuerdo con nuestras percepciones. No soy meteoróloga ni experta en climatología, pero si una asidua observadora de todo lo que sucede a mi alrededor, una aprendiz de sostenibilidad y una escritora dedicada a la evolución espiritual. Y es desde estas tres esquinas que entiendo las fluctuaciones climáticas cada vez más fuertes y evidentes como el reflejo de muchas de las cosas que hacemos y sentimos los humanos. Las fuertes y permanentes lluvias que nos agobian desde el año pasado en Colombia y en lugares del mundo en los que no eran usuales anteriormente como California, Irán, y el Sureste Asiático; son más allá que una evidencia de la inminente crisis climática, la expresión de nuestras propias tormentas interiores.

Mi pregunta que para muchos parecerá insulsa es si los fenómenos climáticos en especial la lluvia puede ser el reflejo de un fenómeno espiritual. El médico renacentista Paracelso ya hablaba en su época del paralelo existente entre los fenómenos físicos exteriores y lo que sucede en nuestro organismo. Particularmente siento cada al día al despertar la ansiedad de un cielo con nubes cargadas de agua que se replegarán con fuerza durante el día, veo carros que naufragan en las calles, derrumbes de muchas vías, ríos desbocados, ciudades invadidas por el manto blanco del granizo y pienso en las fuerzas y la energía que más allá de la física y la química están haciendo vibrar al mundo. Un mundo amenazado por inundaciones extremas, altas temperaturas y sequías que se vuelven cada vez más frecuentes. La OMM (Organización Meteorológica Mundial) ha anunciado que los 8 años recientes serán los más calurosos de los que se tenga constancia mientras el calentamiento de los océanos y el aumento en el nivel del mar siguen acelerándose. Y al leer todas las noticias que nos hablan de unas condiciones climáticas complejas y adversas veo también a la par con este panorama complejo, como vivimos en un mundo en donde las economías navegan en índices de inflación al alza, la política se sumerge en la corrupción y muchas veces el radicalismo y la sociedad se mueve en extremos que promueven el odio, la confusión y la intolerancia.

Y al ver las relaciones que existen dentro de este caótico escenario mundial recuerdo la tercera Ley de Newton de la acción-reacción. Entonces hace sentido que este panorama de imparables y despiadas lluvias sea la forma de expresión de un planeta tierra que nos está devolviendo toda la miseria que hemos infligido en él. Hemos sido una humanidad inconsciente y ambiciosa recorriendo un camino que nos aleja cada vez más de un futuro sostenible. Y esa insostenibilidad de nuestras economías y gobiernos ha causado un daño irreparable a los recursos naturales y a la sociedad. El mundo está enfermo y nosotros también. Y en este presente la vida nos está devolviendo de muchas formas lo que hemos

entregado. El clima impredecible e irreverente es también el reflejo de todas nuestras borrascas interiores, del miedo, de la ambición y del odio que habita en los corazones.

La tierra inhala nuestra energía espiritual y la exhala en forma de mensaje contundente: no podemos seguir viviendo de la forma como lo hacemos.

Solo espero que este diluvio universal cumpla con la profecía de un nuevo ciclo, un nuevo comienzo que nos permita reinventarnos como seres humanos. Que este antes y después de la lluvia sea el augurio de un reencuentro espiritual en el que traigamos al planeta armonía, amor, felicidad, creatividad y paz para recibir todo esto de vuelta y en grandes proporciones. Porque hoy el mundo llora y sin parar por todo lo que le hemos hecho, por todo lo que nos hemos hecho.

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