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Analistas 08/02/2019

¿Y la mejora del empleo?

Miguel Ricaurte
Economista Jefe de Itaú para la Región Andina
Analista LR

Estamos empezando a conocer las cifras con las que terminó la economía colombiana en 2018. A todas luces, el año pasado el país dejó atrás lo peor en materia económica. La economía habría crecido 2,6% (cifra superior a 1,8% de 2017), la inflación acumuló una variación de 3,18% a diciembre (muy cerca a la meta del Banrep y bajo el 4,09% de un año antes) y los precios internacionales del petróleo vieron un repunte importante en un contexto en que el mundo habría registrado un crecimiento récord reciente. Sin embargo, el mejor desempeño de la economía no se plasmó en mejorías en el mercado del trabajo.

La tasa de desempleo al cierre del año fue 9,7%, más de uno por ciento mayor a la reportada por el Dane un año atrás. En 2018 el desempleo promedió 9,7%, algo por sobre el desempleo promedio de 2017 (9,4%). Esto ocurrió a pesar de que, en promedio, participaron menos personas en el mercado del trabajo. Mientras que en 2017, 64,4% de las personas en edad de trabajar (12 años o más) estuvo empleada o buscando trabajo, el año pasado esta cifra fue de tan solo 64%. ¿Qué significa esto? Es probable que al menos parte de las personas tuvo tan bajas expectativas de conseguir empleo, que optó por ni siquiera intentar buscar uno. Puesto de otra manera, si la misma fracción de personas en edad de trabajar hubiesen participado del mercado del laboral (sea trabajando o buscado un empleo), el desempleo podría haber promediado más de 10% a nivel nacional el año pasado. ¿Qué es lo que pasó en Colombia el año pasado? Hagamos un poco de historia.

En la última década, el mercado laboral vivió cambios estructurales importantes. Así, la tasa de desocupación (promedio de 12 meses) que hasta este momento no había bajado de 11%, fue descendiendo gradualmente hasta cruzar el umbral de 9% a mediados de 2015 (llegando a marcar inclusive 7,3% en noviembre de 2015). En cuanto a la participación en el mercado laboral, ésta pasó de fluctuar entre 62% y 63% de la población en edad de trabajar a comienzos de la década de 2000, a ubicarse entre 64% y 65% durante 2011 y 2016, lo que implica un incremento en el grado de formalidad del mercado laboral.

Pero después vino la caída de los precios del petróleo en 2015, y la consecuente desaceleración del crecimiento. Entre 2010 y 2014, el crecimiento promedió casi 5%, mientras que entre 2015 y el año pasado, la economía creció apenas 2,4%. El menor dinamismo incidió en que la tasa de desocupación incrementara paulatinamente (subiendo casi 1% en promedio en los últimos tres años) y la participación disminuyera desde cerca de 65%, hasta 64% en 2018. Esto último hace que sea difícil (y hasta incorrecto) responsabilizar a fenómenos como el incremento de los flujos migratorios recientes del alza en la desocupación.

En la medida que el deterioro del mercado laboral sea de carácter cíclico (que se producto del periodo de bajo crecimiento), podemos esperar que los indicadores mejoren (es decir, que el desempleo baje y la participación vuelva a subir). Sin embargo, la mejoría viene retrasada respecto de la aceleración del crecimiento, particularmente de la inversión, por lo que posiblemente veremos tasas elevadas de desempleo por algún tiempo.

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