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Las grandes reformas deben surgir del consenso y del buen propósito de líderes capaces de dialogar, negociar y construir desde el bien común. En esta búsqueda, es esencial que prime el bienestar social y el desarrollo económico, sin imposiciones ideológicas, intereses partidistas ni egoísmos retrógrados.
Para hablar de un acuerdo nacional no podemos improvisar, especialmente en un contexto de polarización y desconfianza. Es fundamental establecer un alcance viable, sin rupturas con lo que ya funciona, y construir algo que sea sostenible y perdurable.
Más allá de los temas y su alcance, que son la base de cualquier acuerdo, es crucial determinar quiénes serán los líderes que nos representarán. Si contamos con líderes que buscan imponer su visión sin escuchar, estaremos ante un acuerdo de unos pocos.
En cambio, si logramos tener líderes que reúnen lo mejor de todos para lograr consensos y beneficiar a la mayoría, podremos avanzar. Como señaló Warren Bennis, “el liderazgo es la capacidad de traducir la visión en realidad a través de la comprensión, la escucha y la acción”.
Estos líderes, sin duda, deben responder al objetivo del bienestar de todos. Si no es así, ¿para qué un acuerdo? Y de acuerdo con eso, ¿tenemos los líderes para un acuerdo?
Reflexiono sobre esto después de leer un texto sobre el arte de liderar y las claves para el autodesarrollo, que enfatiza la importancia de entender nuestras culpas y miedos. Las culpas y los miedos son malos compañeros de viaje si no se entienden y neutralizan.
Debemos analizar, comprender y poder transformar nuestro poder de escuchar, aprender, ceder, consensuar y vivir el presente o nuestra impotencia para cambiar la realidad, nuestro pasado y el futuro se verá reforzada.
Por lo tanto, se requieren líderes con una madurez que permita velar por el bien común y la justicia social. La madurez como un valor esencial es fácil de juzgar, pero difícil de sistematizar porque cada persona es única y vive un proceso de maduración distinto. De ahí que existan líderes con capacidad de transformar con sabiduría y otros cuya influencia puede dañar irremediablemente un cambio necesario.
Como señaló Enrique Carreño, especialista en Prestigio Formación Ejecutiva, una organización experta en el desarrollo de líderes transformadores, “una persona madura, si es jefe, se convierte en catalizador de relaciones lideradas. Una inmadura, en un desastre, por desgracia, muy frecuente”.
El escritor francés Gilbert Cesbron lo describía acertadamente: “nada se parece más a una casa medio derruida que una casa a medio construir”. Hay mucha ruina en nuestro entorno y permanentemente hay mucho trabajo pendiente en nuestro propio ser.
La madurez consiste en estar en constante construcción, y el liderazgo debe ejercerse desde esa madurez. Para dialogar y buscar acuerdos, es vital entender que hay mucho trabajo de reparación y reflexión para evitar que nuestros propósitos terminen siendo estériles, inútiles e ineficaces.
Entonces, ¿quiénes son los líderes para un acuerdo nacional, ¿quiénes podrán guiar a Colombia hacia un acuerdo inclusivo y duradero? Esta es la pregunta que debemos hacernos para poder responder con acciones concretas y responsables a las transformaciones que necesitamos.