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Analistas 06/10/2025

Mucho más que “chucherías”

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

De acuerdo con la Real Academia Española, chuchería es una cosa de poca importancia, una baratija. Suele aplicarse también a objetos inútiles o innecesarios. Entonces, cuando se sugiere que lo que se produce en Colombia son “chucherías”, ¿debemos entender que son productos inútiles e innecesarios? Más que una ligereza retórica, esa etiqueta descalifica el trabajo de millones de compatriotas que, con disciplina y talento, han logrado que lo hecho en Colombia compita y se valore en los mercados más exigentes.

En medio de la tensión diplomática entre Colombia y Estados Unidos, y para menospreciar la contribución del sector productivo, se ha priorizado la política marginal e ideológica con el fin de ridiculizar las exportaciones y desestimar el emprendimiento, la inversión, el trabajo productivo o la diversificación.

Estados Unidos compró en los primeros siete meses del año alrededor de 31% del total de nuestras exportaciones y 65% de ese flujo correspondió a bienes no minero-energéticos. No estamos hablando de baratijas, hablamos de agroalimentos con certificaciones, confecciones con diseño y trazabilidad, autopartes, materiales de construcción, químicos, cosméticos, dispositivos médicos.

Esa canasta es el resultado del esfuerzo de miles de empresas y millones de trabajadores que, con resiliencia y perseverancia, conquistaron clientes, cumplieron normas sanitarias y ambientales y aprendieron a competir por calidad, precio, servicio y reputación.

Los números hablan por sí solos: más de 543.000 familias cafeteras dependen de que 40% de su cosecha lleguen a EE.UU. En la floricultura unos 220.000 colombianos -en su mayoría mujeres cabeza de hogar- sostienen su ingreso gracias a las ventas de 79% de su producción a Estados Unidos. Cerca de 750.000 campesinos en el sector de frutas, 660.000 personas en las microempresas textiles y de confecciones y alrededor de dos millones en manufacturas participan a diario en la tarea de construir una nación. Cuando se denigra lo que exportamos, no se insulta a una cifra, se devalúa la dignidad de quienes madrugan, invierten y arriesgan.

La crítica a todo lo relacionado con EE.UU. bajo el rótulo de “subordinación” desconoce que la soberanía también se ejerce abriendo mercados, diversificando riesgos y aprovechando acuerdos para convertirlos en empleos formales. La dignidad no consiste en romper puentes, sino en ampliar las oportunidades para todos porque cuando hay trabajo hay ingresos estables y bienestar para los hogares.

Sin duda, necesitamos seguir mejorando los productos exportables de nuestro país y volcarnos a exportar con más valor, encadenar con la ciencia, con la tecnología, con nuestras ventajas comparativas. Sobra la condena indiscriminada a su tejido productivo y la sospecha soterrada respecto a cualquier vínculo con nuestro principal socio comercial.

Podemos -y debemos- exigir mejores salarios, transición energética, innovación y formalización, pero nada de eso florece tirando por la borda los logros de quienes ya están generando ingresos y oportunidades.

Mucho más que “chucherías”, nuestras exportaciones son proyectos de vida, dignidad en la mesa y futuro para toda la nación. La falta de dignidad no está en vender al mundo, está en despreciar el trabajo de los colombianos, ignorar que Colombia sí tiene -y mucho- que ofrecer.

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