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Analistas 27/03/2023

Hacia tiempos de desdolarización

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

Brasil y Argentina anunciaron su propósito de crear una moneda común, el “Sur”, que pretenden extender por toda América Latina con el aparente interés de fomentar el comercio y la cooperación, aunque en realidad lo que se entiende es el deseo de reducir su actual dependencia del dólar estadounidense con discursos soberanistas para concretar la posibilidad de ampliar sus relaciones con otras naciones.

Un análisis del Foro Económico Mundial señala que será poco probable tener una moneda común en la región al menos en el corto plazo, pero si es posible que estemos frente al comienzo de nuevos procesos fundamentados en posiciones ideológicas distantes y posiciones económicas contrarias, un proceso gradual de profundas implicaciones económicas, financieras y geopolíticas.

En sus disputas comerciales y de influencia con EE.UU., China ya tiene otra moneda de referencia (el renminbi), lidera esfuerzos multilaterales para revivir la alianza Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y tiene interés en la desdolarización mundial para mejorar su predominio en el concierto internacional.

Desde el punto de vista de los promotores de una moneda común o moneda unitaria, esto podría simplificar el proceso de hacer negocios y reducir la complejidad asociada con las fluctuaciones de las tasas de cambio, lo cual podría hacer que América Latina sea más atractiva para las empresas que buscan externalizar sus operaciones.

Por ejemplo, podría tener un impacto significativo en el fenómeno del nearshoring, dar lugar a una mayor estabilidad financiera y ser atractivo para las empresas que buscan minimizar el riesgo de su inversión.
Del otro lado, los comentarios rozan la ironía: el execonomista jefe del FMI, Olivier Blanchard, afirmó que “es una locura”, la revista The Economist lo calificó “estrambótico” y otros dijeron que el dólar ya es y seguirá siendo la moneda del continente.

Las discusiones sobre una moneda compartida en América Latina comenzaron en el siglo pasado, aunque entonces no existían condiciones para un proceso de desdolarización. En cambio, aún se mantienen las asimetrías económicas, la discontinuidad política y las disputas ideológicas que lo hacen imposible.

Economías tan disímiles, con problemas internos tan profundos, con identidades dispares y niveles de desarrollo tan diversos ciertamente no llegarán a esa unión, aunque sí deja evidente la intención de debilitar el liderazgo estadounidense y aprovechar los tiempos de dificultades en este continente para abrir otros espacios.

No tendría ningún sentido que un país como Brasil, que tiene una inflación de 5,8% y US$330.000 millones de reservas internacionales, vinculara su destino monetario a un país que incurre en impagos en serie como Argentina, con una inflación de 95% anual y menos de US$10.000 millones de reservas internacionales netas, argumenta la firma Vontobel.

Si bien Brasil y Argentina tienen un flujo bilateral importante que justifique medidas cambiarias, no es así en el resto de América Latina, donde, de momento, parecería más sensato insistir en el nearshoring, en una mejor articulación comercial con Estados Unidos, en sinergias regionales más eficientes y trabajar por una cohesión política internacional para fortalecer la estabilidad financiera de la región, su desarrollo tecnológico y su infraestructura.

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