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Analistas 09/11/2017

28 meses

Marc Hofstetter
Profesor de la Universidad de los Andes

En febrero de 2015 la inflación interanual colombiana llegó a 4,4% rompiendo esa barrera sicológica autoimpuesta por el rango meta de entre 2 y 4% que tiene el Banco de la República. Terminaban así 68 meses ininterrumpidos de cumplimiento de la meta de inflación. En esta ocasión, retornar al rango deseado nos tomó 28 meses: en junio de 2017 el crecimiento interanual de los precios finalmente bajó de 4% y las previsiones indican que la tendencia a la baja continuará. Terminado el episodio, es hora de empezar a recoger las lecciones que aprendimos, los consensos que hay y las preguntas que quedan por responder.

Comienzo con los consensos. Estos están relacionados con las causas que empujaron transitoriamente a la inflación por encima del umbral de dolor del Banco Central. Hay dos golpes que recibió la economía y que se reflejaron en mayores incrementos de precios. El primero, el fin de la bonanza petrolera. Ese globo se desinfló a partir de la segunda mitad de 2014 y para efectos de su impacto en la inflación hay que mirar las consecuencias que tuvo sobre la tasa de cambio. En pocos meses esta pasó de menos de $2.000 por dólar a superar los $3.000 por dólar. El encarecimiento de los bienes de consumo y capital importados tuvo indudablemente consecuencias sobre el crecimiento de los precios.

Mientras la economía empezaba a absorber las consecuencias de la devaluación y a entender que no era transitoria (como había sido la de finales de 2008) llegó el segundo golpe en 2015, el fenómeno del Niño más fuerte en lo que va corrido de siglo. Éste empujó los precios de los alimentos al alza. En su pico, la inflación de alimentos llegó a ser de 16%.

Los disensos aparecen a la hora evaluar las reacciones del Banco Central. Estas tuvieron dos características. La primera, una nula reacción ante la devaluación. Y la segunda, un incremento en las tasas de interés.
El Banco optó por dejar que la tasa de cambio tomara el rumbo que el mercado determinara. Contrario a las épocas de apreciaciones cambiarias que empujaban al Banco a comprar dólares, ante la depreciación su decisión fue no vender dólares y por tanto no intentar suavizar la senda cambiaria. Con la ventaja que da ser técnico del partido mirando el video en diferido, queda hoy claro que hubo una sobrerreacción de la tasa de cambio y que quizás había espacio para evitarla y por tanto atenuar el traspaso de la devaluación a los precios.

Ante los golpes descritos el Banco subió en algo más de 3 puntos porcentuales la tasa de interés. Si bien los libros de texto sugieren que un banco central no debería subir tasas ante choques de oferta que suben la inflación de manera transitoria, el banco lo hizo preocupado por la posibilidad de que los efectos fueran persistentes. En sus minutas argumentó con frecuencia que el apretón era necesario ante el incremento de las expectativas de inflación por parte “del público”: una especie de “no soy yo, eres tú”. En este punto tendremos que afinar las lecciones teniendo como punto de partida dos hechos que investigaciones recientes refuerzan: uno, que los efectos del Niño sobre la inflación de alimentos son estrictamente transitorios. Y dos, que los “del público” somos bastante malos estimando el futuro de la inflación y por tanto no es obvio que el Banco deba reaccionar a esos estimativos.

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