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Analistas 29/04/2020

¿Y los enemigos de las vacunas?

Si algún resquicio positivo habrá de tener esta trágica crisis generada por el covid-19 será la fe revivida en las vacunas.

No hay que remontarse a épocas medievales sino a un par de meses atrás para recordar que había un movimiento creciente en el mundo que abogaba por el fin de las vacunas. Sus proponentes alegaban que las vacunas causaban autismo en los niños, que contenían toxinas y que generaban efectos secundarios que eran peores que las enfermedades que pretendían evitar. Aunque se trataba movimientos anticientíficos y, en algunos casos, antiempresa, -porque alegaban que las vacunas eran inventos de las multinacionales para ganar plata, su mensaje venía calando.

Los Estados Unidos vio un resurgimiento del sarampión durante 2013 y 2015, enfermedad prácticamente erradicada en ese país, debido a la prevalencia de niños que no había sido vacunados por insistencia de sus padres.

Y, en Colombia, qué decir del fiasco asociado con el plan de vacunación en contra del virus del papiloma humano, el VPH, donde se dio un episodio de “histeria colectiva”, en palabras del Instituto Nacional de Salud, entre un grupo de niñas en el Carmen de Bolívar que frenó en seco el programa, uno de los más exitosos del mundo hasta ese momento. Este episodio fue celebrado por el movimiento antivacunas como una demostración fehaciente de que las vacunas eran inseguras, argumento que fue reproducido de manera irresponsable por la prensa, las autoridades locales, los órganos de control y, eventualmente, las cortes.

El resultado del bochinche fue la expedición en 2017 de la demencial sentencia T 365/17 de la Corte Constitucional que transformó un plan originalmente obligatorio en uno voluntario, es decir, les otorgó a las niñas colombianas el derecho fundamental a morirse de cáncer de cuello uterino. Este nefasto precedente, si se invoca en las actuales circunstancias, le rompería el espinazo a cualquier programa epidemiológico de salud pública, los cuales parten de la base de que la inmunidad de rebaño solo se logra si un muy alto porcentaje de la población se inmuniza.

Se pregunta uno a estas alturas, con el mundo pendiente del desarrollo de la vacuna en contra del covid-19, ¿dónde están los voceros antivacunas que parecían tan activos y locuaces hace tan solo unos meses? Por ahora, escondidos detrás de sus perjuicios e ignorancia. El covid-19 no se va curar encontrando el pelo escondido en la biblia, ni haciendo gárgaras con bicarbonato, ni tomando clorox, ni sometiéndose a una descarga de rayos ultravioleta como sugiere Trump.

El covid-19 se va a curar con el método científico, con la prueba y el error, con los experimentos, primero en animales (sí, en animales, que tristemente sufrirán) y luego en personas y se requerirá de mucho dinero, dinero que solo tienen los gobiernos y las empresas multinacionales como las que desarrollaron la vacuna contra el VPH que funciona y que algunos ignorantes hicieron todo lo posible para evitar que se les aplicara a las niñas colombianas.

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