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Analistas 23/08/2023

Uno, dos y tres empresarios

“En este país tener dinero es un pecado” me dijo hace poco un exitoso empresario de origen extranjero que lleva años haciendo negocios en Colombia. Con tristeza y un poco de vergüenza patria tuve que estar de acuerdo. En este país tener dinero es un pecado.

No es sino ver la persecución constante al empresariado por parte del Estado: impuestos, permisos, consultas, licencias, multas, demandas, superintendencias, etc.; sin contar con las deficiencias de infraestructura y servicios que hacen que todo sea más costoso y difícil o las amenazas explícitas de las organizaciones criminales que quieren extraer rentas por la vía de la extorsión y el secuestro.

Pero no solo eso. La opinión se ha tragado completa la narrativa de este gobierno que perfila al empresario como un enemigo público que debe ser combatido. En la cosmovisión marxista que inspira buena parte del pensamiento de la izquierda radical, el juego de la economía es de suma cero: el que tiene, lo tiene porque se lo quitó a alguien más.

Esto es falso, por supuesto. La actividad empresarial en una economía de mercado genera beneficios exponenciales para toda la sociedad. El empresario se enriquece, pero también se enriquece la comunidad, que recibe trabajo, impuestos, servicios, productos y muchos beneficios adicionales. No hay tal suma cero sino un gigantesco gana-gana donde los beneficiados somos todos los ciudadanos.

Para el populista -experto como es en buscar chivos expiatorios que le sirvan para camuflar su incompetencia e inmoralidad- el empresariado es presa fácil. No hay nada que deleite más a la gleba que el ataque fácil al rico, como si la desgracia de este de alguna manera sirviera para mejorar la situación del necesitado.

Resulta todo lo contrario. Castigar con expropiaciones, sanciones exorbitantes y persecución civil y penal al empresariado ante faltas imaginarias o inclusive reales que se pudiesen haber cometido no soluciona nada y puede empeorarlo todo.

Aquí deberíamos aprender del enfoque practico de los anglosajones, que ven a las empresas como frágiles tasas de porcelana que una vez resquebrajadas difícilmente se pueden reparar. Por ejemplo, cuando las empresas en los Estados Unidos comenten errores la consecuencia no es el escarnio auto flagelante que con frecuencia vemos acá, donde sufren todos, desde los empleados hasta los clientes, pasando por el mismo Estado que muchas veces recauda menos tributos.

Por eso en vez de crucifixiones que solo les sirven a los caudillos populistas para presumir su falsa virtuosidad debemos implementar en estos casos sanciones razonables que eviten la repetición de lo ocurrido y minimicen el daño social que el traspié de la empresa pudiese acarrear.

El Che Guevara famosamente propuso “crear uno, dos, tres y muchos Vietnams” con el fin de expandir su infierno socialista por todo el planeta. Nosotros, deberíamos, en cambio, tener como propósito la creación de “uno, dos, tres y muchos” Sarmientos y Ardilas y José Alejos Cortés y Santodomingos y Gilinskis y Manuel Santiagos Mejía y todos esos miles de empresarios, grandes y pequeños, que hacen que este país sea un mejor lugar para vivir.

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