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Analistas 08/11/2023

¿Un presidente adicto?

La alerta de tsunami sonó unos pocos minutos antes de la medianoche y la población de Punta Mulato en Nariño no alcanzó a ser evacuada a tiempo. Pasadas casi 12 horas después del suceso casi nada se sabe del destino de sus cientos de habitantes. El presidente no se ha pronunciado y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, no ha se encuentra activada. Es sábado en la mañana y la Casa de Nariño, ante esta tragedia, no reacciona.

El dictador Daniel Ortega, afrontando crecientes presiones internas, ha enviado lanchas patrulleras a la zona de aguas marítimas que disputa con Colombia. Esto ha resultado en la captura de un barco pesquero proveniente de San Andrés. La armada colombiana ha reaccionado disparando en contra de las naves intrusas y un serio incidente internacional se avizora. La prensa está en vilo esperando declaraciones de Petro, pero los voceros oficiales han respondido que se encuentra indispuesto hace varios días por haberse luxado un tobillo mientras se bajaba de un helicóptero.

Los mercados internacionales llevan varias semanas de caída. Ayer se verificó un desplome solo comparable con el llamado “lunes negro” de 1987. La economía global parece no haber aguantado la crisis inmobiliaria china, la guerra en Israel y Ucrania y el aumento de tasas gringo. Con dólar a siete mil pesos, la inflación se ve imparable y la ruptura de la regla fiscal inevitable. El colapso de un banco por una corrida de depósitos ha generado pánico en el público. Urge un mensaje contundente del presidente para contener la situación, pero el consejo de ministros se ha cancelado tres veces y nadie en la presidencia le puede explicar al ministro de hacienda las razones por las cuales no puede hablar con el jefe de estado.

Estos escenarios catastróficos son ficción, pero son perfectamente plausibles. En todos, una reacción oportuna y contundente del presidente de la República puede resolverlos o aliviarlos. Y la falta de liderazgo invariablemente los hace peores.

Las ausencias inexplicadas del presidente Petro, su persistente impuntualidad y su cancelación constante de eventos, desde hace meses alimentan rumores sobre su salud física y mental. Voces calificadas -y hasta simpatizantes con el proyecto gubernamental, como la de María Jimena Duzán- han dado por hecho que estamos frente a una persona que sufre de un serio cuadro de adicciones (además de otros trastornos del neurodesarrollo, según la confesión de su hermano).

En estos momentos, ante una catástrofe natural, una crisis internacional o un colapso económico los colombianos no tenemos la seguridad de que nuestro presidente tenga la capacidad ni la disposición para enfrentar el reto. De nada sirve negar el asunto de las adicciones argumentando derechos a la intimidad que no aplican en este caso. Tampoco son útiles las excusas cada vez más ridículas de las ausencias y las cancelaciones presidenciales.

Nada más aterrador que imaginarse un barco a la deriva en medio de una tormenta cuyo capitán se encuentra encerrado en su cabina, borracho hasta los tuétanos, sin el deseo de recibir a nadie.

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