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Analistas 18/10/2023

Sale o lo sacamos

Lo dijo Alejandro Gaviria sin pelos en la lengua: Petro se va el 7 de agosto de 2026 o lo sacamos. Esa es la realidad constitucional de nuestro país, un mandato presidencial de cuatro años, del cual, para el caso del actual presidente, solo quedan dos años y 10 meses.

Claro, es un tiempo lo suficientemente largo como para hacer un daño enorme a la institucionalidad del país. Y lo harán, de eso no tengan la menor duda.

La gran demolición ya empezó con la reforma al sistema de salud, empujada a punta de mermelada, y seguirá con el tema pensional y laboral, para continuar luego con los servicios públicos y la educación.
La metodología gubernamental consiste en una combinación de todas las formas de lucha. Por un lado, como ya dijimos, mermelada, literalmente a la lata, balconazos artificiales, como el que vimos hace unas semanas y, más preocupante aún, la política de decretazos ilegales.

Pero no solo eso, el gobierno del mal llamado cambio también ha decidido arrojar por la borda la tradición de respeto al derecho internacional para sustituirlo por el apoyo a la violencia y al terror. Las intervenciones en el X presidencial a favor de los monstruos de Hamás son de las más infortunadas que haya hecho un mandatorio colombiano quizás en toda la historia nacional o, por lo menos, desde cuando un gobernador de Boyacá le declaró la guerra al reino de Bélgica en 1867.

Por otra parte, ya veremos qué ocurre en un par de semanas con las elecciones locales. Las cosas no pintan bien para Petro, donde perderá todas las ciudades capitales de más de medio millón de habitantes y buena parte de los departamentos, aunque no se puede subestimar la capacidad de manipular la narrativa política que tiene este gobierno, maestro en bodegas.

Nos dirán que perder es ganar un poco y justificarán los resultados diciendo que el veredicto en las urnas lo que demuestra es que las “mafias oligárquicas” siguen mandando. Y la demolición continuará como si nada, en contra de todo y en contra de todos.

Porque al final del día el legado del petrismo, al igual que ha sido el legado del chavismo, será, no la construcción de un mejor país, sino la destrucción del que tenemos.

Quienes defendemos las instituciones de la democracia liberal y el estado de derecho debemos concentrarnos en dos frentes. El primero, es buscar que el daño sea el menor posible, respondiendo con firmeza ante las perniciosas iniciativas oficiales. No ayuda para estos propósitos la actitud de apaciguamiento de algunos dirigentes gremiales y líderes de opinión que creen que dándole de comer al cocodrilo evitarán que les muerda la mano. La historia está plagada de ejemplos donde los tiranos acaban engullendo a sus aduladores.

El segundo es armando un movimiento común para sacar al petrismo del poder en 2026. Para esto hay que superar las infundadas rencillas personales entre expresidentes y enfocarse en promover candidaturas que le ofrezcan al pueblo colombiano una alternativa que lo regrese a la senda de progreso, lento pero certero, por el cual veníamos transitando hasta ahora.

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