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Analistas 26/10/2022

Los culpables

A las 8:33 am del 5 de octubre de 2022 el presidente Gustavo Petro prendió un fósforo sentado sobre un barril de dinamita.

Bueno, no fue exactamente así. El presidente publicó un trino donde dijo que había que colocarle un impuesto a la salida de que lo que llamó los “capitales golondrina”. Pero el efecto fue el mismo: una estruendosa explosión. Ante el estallido los inversionistas extranjeros salieron despavoridos. En cuestión de días el peso se convirtió en la moneda más devaluada de la región, tocando la barrera sicológica de los cinco mil pesos por dólar. Pero además se disparó la tasa de los TES y se aumentó significativamente el valor de los credit default swaps que son una especie de seguros que pagan los tenedores de la deuda nacional.

Las olas expansivas de lo que, técnicamente, es casi un evento crediticio, continúan. El banco central no tiene alternativa sino continuar con un aumento agresivo de las tasas de interés. Esta es la única formar de contener la inflación desbordada y de mantener a los extranjeros con un pie en Colombia. Si nos tiran en la cara los 121 billones de pesos en deuda pública que llevan a cuestas que Dios nos coja confesados. Significaría para el Estado colombiano la quiebra y para el ciudadano del común, miseria rampante.

El único responsable de esta situación es el primer mandatario. En menos de cien días de gobierno acumuló la dinamita, ajustó la mecha y la prendió. Una reforma tributaria que castiga el capital, un demencial ataque a los hidrocarburos -que son la gallina de los huevos de oro del Estado-, la amenaza de desmote del sistema de salud, el cuestionamiento del sector energético, el asalto a las pensiones privadas, la propuesta de aumentar los costos y la rigidez laboral y, en general, un ambiente antiempresa han sido los explosivos. Esto, sumado al embeleco de la paz total, más la retórica anti institucional que desconoce la legitimidad del estado de derecho, han generado la mise en scéne para la mayor crisis económica y social en décadas.

Sin embargo -ya lo verán- los culpables serán otros. Dirán el presidente y sus corifeos que los responsables de esta debacle son los gringos con sus tasas de interés. O los banqueros especuladores. O los fondos buitres que pican aquí y allá. Quienes propongan un manejo sensato de la economía serán tildados de neoliberales sin corazón. Los empresarios de oportunistas o de mafiosos, los dirigentes gremiales de apátridas y los agroindustriales de terratenientes improductivos. Cualquiera que cuestione el discurso imperante o que pida el cumplimiento de la ley será señalado de ser un facho. Los medios de comunicación serán acusados de vender sus páginas al mejor postor o de divulgar “fake news”. Para no hablar del enemigo interno, que ya está advertido. Cualquier desviación milimétrica del dogma oficial será castigada de manera implacable con el gulag de la destitución.

El credo del populismo latinoamericano es bien conocido: nunca rectificar, nunca explicar y nunca excusar. Siempre acusar.

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