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Tal vez fue una parlamentaria cuyo nombre no quisiéramos recordar la que dijo que el covid-19 era tan peligroso como la “influencia”. No sé porque su comentario la convirtió en el hazmerreír de las redes sociales si tenía toda la razón: la mala influencia ciertamente es más peligrosa que los estragos del coronavirus.
Tomemos, por ejemplo, la mala influencia de los que no creen en la ciencia, como el pastor Ruddy Gracia, fundador del ministerio Segadores de Vida, -nombre que toma un nuevo significado en estos momentos de pandemia- al cual, al parecer, pertenecen un millón de personas.
Hace unas semanas, según una nota en El Tiempo, el pastor Ruddy participó, en calidad de “guía espiritual”, en un Facebook Live con sus correligionarios, el pastor Miguel Arrázola y su esposa María Paula, para hablar del coronavirus; informándole a la audiencia que toda esta pandemia no era más que una treta del millonario Bill Gates, con sus compinches de la élite global, “para poner una vacuna obligatoria y con esa vacuna poner un chip que se llama ‘ID2020” y de esta forma controlar a la humanidad. Sobra decir que el pastor Arrázola fue el mismo que dijo que el proceso de paz era un “rito satánico” y que Santos era el anticristo.
El virus de la influencia propagado por este tipo de personajes, suele ser, en circunstancias normales, relativamente inocuo. Por mucho que insistan, pocos creen que la tierra fue creada en seis días, que los dinosaurios se ahogaron en el diluvio universal al quedarse sin cupo en el arca de Noé, que existe un rayo homosexualizador, que el calentamiento global es mentira, que la tierra es plana y que las Naciones Unidas buscan crear un gobierno mundial con George Soros como dictador.
Sin embargo, en épocas de pandemia la ignorancia es mortal. Si a estos bulos se le suma la irresponsabilidad de políticos populistas -interesados en apelar a los resentimientos y miedos de la población- el resultado puede ser catastrófico. Los ataques de Trump a la OMS, la estigmatización por el origen del virus, la utilización politizada de insumos médicos, la justificación de medidas policiales y de vigilancia desproporcionadas y el desplazamiento de los científicos por chamanes no hacen nada para solucionar el problema sanitario y si hacen que sus consecuencias se magnifiquen, poniendo en riesgo la vida y patrimonio de miles de millones de personas.
Lo que normalmente puede ser tolerado como la esfera de los iletrados y los avivatos -el pequeño costo de la libertad de expresión y culto- debe ahora ser rechazado sin contemplación. En las sociedades abiertas siempre se debaten los límites del pluralismo, (¿hasta dónde se debe tolerar?) pero en estos tiempos, donde la supervivencia del grupo depende de la cooperación de todos, encontrar la vacuna contra las malas influencias es tan importante como encontrar la vacuna contra el covid-19. Será la ciencia, no el dogma religioso o los gestos políticos, lo que nos permitirá superar este complicado desafío.