.
Analistas 17/05/2023

Ignorancia provocadora

Siete veces mencionó el presidente Petro en su balconazo del 1 de mayo el nombre de un oscuro personaje histórico perdido en la memoria de los colombianos. Se trata de José María Melo, un dictadorzuelo de mediados del siglo del XIX que el hoy presidente de los colombianos quiere resucitar dentro de su panteón de próceres.

Los otros que forman parte de la cuadrilla son los sospechosos de siempre: Bolívar, López Pumarejo y Gaitán, este último caído en desgracia cuando su deshilvanada hija se despachó alegando que la memoria histórica del caudillo asesinado se había mancillada al incluirlo en el mismo nivel del promotor de la Revolución en Marcha.

Lo de Melo es realmente curioso porque su elevación a las cumbres de la iconografía petrista demuestra lo lejos que está dispuesto a llegar el actual gobernante para rescribir la historia colombiana. Ya en un trino de hace unos años -el fetiche con el personaje no es de ahora- había dicho que el general Melo había sido “el último oficial del ejército Libertador”, la cabeza de “la insurrección de los artesanos” y “el primer presidente indígena y progresista de Colombia”.

Tres cosas que, como lo ha probado sin margen de duda el historiador Carlos Camacho Arango, son de bastante dudosa factura. Melo no fue el último oficial bolivariano, había muchos y más importantes lugartenientes del Libertador que jugaron papeles más sobresalientes en la vida republicana de la posindependencia.

Ni lideró la insurrección de los artesanos, quienes eran lo que podríamos llamar hoy día unos pequeños burgueses que rechazaban los esfuerzos modernizadores de los liberales radicales. Ni fue un indígena pijao porque descendía de reconocidas familias criollas del Gran Cauca, estando emparentado con el general Rafael Urdaneta.

Peor aún, no fue ningún progresista sino todo lo contrario. Fue un dictador que se levantó en contra del gobierno legítimo, posiblemente para evitar un juicio por homicidio y malversación de fondos. Su treta duró ocho meses, tiempo durante el cual no produjo ninguna norma en defensa de los artesanos o de la producción nacional y acabó suspendiendo la vigencia de la constitución de 1853, esa sí, tal vez, la disposición más progresista del planeta.

Defenestrado, como dirían ahora, Melo acabó ofreciendo sus servicios como mercenario en Centroamérica hasta que vio involucrado en la guerras de la Reforma mexicana donde terminó sus días frente a un pelotón de fusilamiento.

Fernando Savater, uno de los filósofos más importantes del mundo hispanohablante, dijo recientemente sobre Petro que no se podía ser “más provocativamente ignorante en historia, en ecología, en zoolatría, en economía y hasta en los usos de la cortesía diplomática”.

Tiene toda la razón, el primer mandatario de los colombianos sufre de un caso agudo de incontinencia intelectual, pontificando sobre lo divino y lo humano sin mucha coherencia ni veracidad. Sin embargo, manipular el pasado para usarlo como herramienta de lucha política en el presente es una de esas cosas que no resultan tan inocuas como parecen.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA