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Analistas 02/05/2024

El gran conejo

El “bloqueo institucional” al que hace referencia el presidente Petro no existe. Ha sido solo una excusa manufacturada por el primer mandatario para justificar su radicalización.

Durante meses los representantes del idiota-utilismo, aquellos que confían en la buena fe del gobierno, nos han invitado a colaborar con el régimen para que este no se vaya al extremo. Sin embargo, estas voces deberían claudicar de su esfuerzo: el presidente siempre ha tenido claro que lo que quiere es su revolución.

Por eso dinamitó su primera coalición de gobierno. Sacó a los moderados, nunca concretó su propuesta de acuerdo nacional y cuando se hundió su reforma a la salud nos lanzó a la ‘vacaloca’ de una constituyente.

Temporalmente aleccionado con la derrota, durante el trámite de la reforma pensional en el Senado (que también estaba destinada al archivo) dio su brazo a torcer. Aceptó los elementos fundamentales de la ponencia alternativa, con un umbral de 2,3 salarios mínimos y el manejo de los recursos por el banco central. Esto fue una clásica concertación parlamentaria, donde todos acabaron cediendo un poco y ganando un poco.

Era casi un hecho que la reforma así pasaría en par boliones por la Cámara de Representantes. Al fin y al cabo, se suponía que en el Senado se había sellado un pacto político que resolvía las diferencias. Pero no. Fue el mismo Petro quien se encargó de destruirlo anunciando que propondría un aumento del umbral a cuatro salarios, lo cual básicamente acaba con el pilar privado en cabeza de los fondos de pensiones.

El incidente llama la atención porque el presidente sabe lo que significa romper un acuerdo de esta naturaleza: los senadores se sentirían vulgarmente conejiados y las posibilidades de conciliar la ley se disminuirían drásticamente.

La única explicación de esta torpeza es que no es una torpeza. Es un acto intencional cuyo propósito es, nuevamente, el autosaboteo. El cambio incremental propio de la democracia liberal no le sirve al presidente. Amagando con el consenso puede disfrazar su intransigencia. Petro necesita elaborar la narrativa del bloqueo del sistema para (i) justificar su radicalización, (ii) impulsar su constituyente inconstitucional y (iii) consolidar su imagen de víctima de lo que describe como un sistema mafioso, oligárquico, etc., que ha gobernado durante doscientos años e impide los cambios.

La única manera de no caer en esta trampa, donde Petro gana con cara (me aprueban mis reformas como yo quiero, o nada) y con sello (si no lo hacen, digo que hay un bloqueo y pateo el tablero) es debelarla. Lo primero es denunciar las reformas por lo que son: improvisados ejercicios de fundamentalismo ideológico. Lo segundo es proponer alternativas en su reemplazo. Ya sabemos que no vale la pena entrar en ejercicios fútiles de concertación porque al final del día pondrán conejo. El mandato del Congreso es más amplio que el que obtuvo el presidente, la división de poderes consiste precisamente en ejercer como contrapeso al poder del ejecutivo.

La oposición en vez de mendigar concesiones lo que tiene que hacer es prepararse para enfrentarlo institucionalmente y sacar al Pacto Histórico del poder en 2026.

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