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Analistas 23/03/2022

¡Democratícese!

A los autócratas hay que creerles lo que dicen. Hitler escribió un manifiesto donde anunciaba la destrucción de los judíos europeos y nadie pareció tomárselo en serio hasta que ejecutó al pie de la letra todo lo que había dicho décadas antes. Putin lleva 20 años planeando la restauración de la Rusia Imperial sin esconder sus intenciones y durante todo ese tiempo occidente ignoró a las pocas voces que lo alertaron y Hugo Chávez juró sobre la “moribunda” constitución venezolana que refundaría la quinta república y lo hizo, acabando la democracia e implementando el socialismo del siglo XXI que acabó siendo tan destructivo como el comunismo del siglo XX.

Ahora, Gustavo Petro anuncia eufemísticamente que, de llegar a la Presidencia, su intención es “democratizar” el sistema de salud, las pensiones privadas, el crédito, la tenencia de la tierra, la infraestructura y la vivienda. Hay que creerle. Democratizar en el léxico de este aprendiz de caudillo latinoamericano es, por supuesto, expropiar. Tomemos, por ejemplo, el caso de las pensiones privadas que tanto ha dado de qué hablar por estos días. Petro dice que quiere realizar una reforma a la holandesa que asegure una pensión digna a todos los colombianos. Pura paja. Todo es una cortina de humo para estatizar el ahorro pensional individual, como hizo la señora Kirchner en Argentina, y financiar con esas decenas de billones un gasto público rampante cuyo objetivo es comprar conciencias para mantenerse en el poder.

Lo mismo se puede decir del sistema de salud colombiano, según la OMS uno de los mejores del mundo (ocupa el lugar 22 en el ranking mundial, arriba de Estados Unidos, Canadá y Australia). Destruir el aseguramiento privado le permitiría teledirigir el gasto hacia las prestadoras de salud públicas que han sido el coto de caza de los políticos, lo que haría ilimitado el botín. Con el acceso intermediado ya no por una aseguradora privada, sino por los burócratas, regresaríamos al nefasto sistema donde las citas médicas, los tratamientos y los medicamentos serían dispensados no desde los consultorios, sino desde las oficinas de los acólitos del régimen.

Y así, uno puede recorrer una por una las propuestas del candidato para darse cuenta que lo que se esconde detrás de las “democratizaciones” propuestas no es la mejora en el suministro de los bienes públicos sino una toma de poder; una captura por parte del Estado de la prestación de los servicios y de las rentas derivados de los mismos. El Estado, es obvio, no es un mejor operador que el sector privado, eso lo demostraron ampliamente y durante décadas la Edis, Colpuertos, el ISS, Telecom, Caprecom, Caminos Vecinales, Ferrocarriles Nacionales, el BCH, el Inurbe y docenas de entidades públicas más, que acabaron carcomidas por la politiquería y la ineficiencia.

Petro sabe esto perfectamente y es lo que busca: revertir a una situación donde el dispensador de los bienes públicos no sea el mercado anónimo, sino la gracia del líder. Y él, sentado en la cúspide como una monarca feudal, podrá decir quién recibe cuánto y de qué.

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