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Analistas 05/11/2025

Bill Gates cambia de opinión

Hace unos años Bill Gates publicó un libro que tituló “Cómo evitar un desastre climático”. El ensayo proponía disminuir las emisiones de carbono a cero para evitar una apocalíptica crisis ambiental que amenazaría la existencia de la humanidad. Se trataba, según el empresario, de un desafío existencial para la especie. O revertíamos el aumento de las temperaturas causadas por el cambio climático o dejaríamos de existir.

La verdad es que las metas de reducción de emisiones fijadas en las pomposas convenciones climáticas no se han cumplido y no se van a cumplir ¿Estará entonces la especie humana destinada a desaparecer, como pronostican las casandras del apocalipsis? Parece que no. Los avances tecnológicos van a mitigar las emisiones y, por lo tanto, moderarán los aumentos de temperatura en las próximas décadas. El impacto será grande, sobre todo entre los más pobres, pero no será el fin de la humanidad.

Por eso Gates hace un nuevo llamado: olvidémonos de las emisiones y dediquémonos más bien a “mejorar vidas”. Nuestro principal objetivo, dice, “debería ser prevenir el sufrimiento, en particular el de quienes viven en las condiciones más precarias en los países más pobres del mundo”. Es lo obvio. Para la mayoría de las personas del planeta el aumento de uno o dos grados de temperatura “no será la única ni la mayor amenaza para su vida y bienestar”. Para ellos “los mayores problemas siguen siendo la pobreza y las enfermedades, como siempre lo han sido”.

Es lo que pensadores críticos como Björn Lomborg han dicho reiteradamente: Primero, dejemos de un lado el alarmismo injustificado. Segundo, invirtamos sin pánico los recursos en aquellas cosas que tienen mayor impacto en la calidad de vida de la gente más pobre. Atacar enfermedades como la malaria, asegurar agua potable, lograr viviendas adecuadas y comida asequible tiene mayor impacto sobre el bienestar de la gente que luchas abstractas y costosas para combatir el aumento de la temperatura.

Lamentablemente este simple mensaje, que por fin parece estar haciendo mella en el fanatismo ambiental que impera, será ajeno a los talibanes del clima que nos gobiernan en Colombia. Lo de aquí es un tema político: la lucha ambiental les sirve porque disfrazan su verdadero objetivo que es la destrucción de la economía de mercado. Verdes por fuera, rojos por dentro.

Para algunos de los líderes más sensatos de la izquierda global, como Lula da Silva, la cruzada petrista en contra de la explotación de hidrocarburos es una idiotez risible. Ningún país del planeta se ha hecho tanto daño a sí mismo como Colombia: el empobrecimiento intencional al que nos ha sometido este Gobierno al destruir la empresa estatal de petróleos no tiene equivalente en ninguna parte. Al igual que la decisión de dejar enterradas unas de las reservas más grandes de gas en el hemisferio cuando se necesitan con urgencia. Insistir en una costosa e incierta transición energética teniendo una de las matrices más limpias del mundo es una insensatez casi criminal. Hasta lo dice Bill Gates, el apóstol de la lucha contra el cambio climático.

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