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Analistas 24/10/2023

Planeta violento

Luis Fernando Vargas-Alzate
Profesor titular de la Universidad Eafit
LUIS-FERNANDO-VARGAS

No solo por los recientes hechos vinculados con las confrontaciones bélicas, sino además por la tendencia trazada desde hace más de dos años en torno al número de muertes de civiles en medio de ese tipo de conflictos, es posible señalar que el mundo contemporáneo presenta un descarrilamiento de los compromisos por lograr entornos más pacíficos.

En relación con las muertes de civiles documentadas en desarrollo de conflictos bélicos, la información ofrecida por Naciones Unidas en su reporte sobre los ODS (2023) es categórica en relación con un incremento inusitado de 53% para 2022, luego de constantes descensos en las cifras, desde que la Agenda Global fue acordada por los Gobiernos del mundo en 2015. Más inquietante que ese porcentaje, en todo lo recorrido del siglo XXI, y con base en las mismas estadísticas que ofrecen las instituciones gubernamentales, los homicidios dolosos se situaron en unos 458.000 para 2022, superando afectaciones en vidas humanas provocadas por la guerra y el terrorismo.

Además, la cifra expuesta por la Organización de 108,4 millones de personas que sufrieron desplazamiento forzado en todo el mundo es una tragedia que no puede convertirse en paisaje. A pesar del cada vez más profuso y sólido conocimiento adquirido por la humanidad, no se ha presentado directa correspondencia con el incremento de ambientes más pacíficos. Al contrario, se está presenciando un incremento sin precedentes en materia de homicidios en las últimas dos décadas.

Con ese crítico panorama, es apenas obvio que la sensación (percepción) de inseguridad se haya generalizado en áreas urbanas y rurales de todo el mundo. Por supuesto, en algunas regiones resulta ser mucho más complejo el fenómeno que en otras. Para el caso de América Latina los datos de 2021 evidencian que la tasa de homicidios promediada en hombres fue de 36,6 por cada 100.000 habitantes, y para mujeres se situó en 3,7. Es una región que indecorosamente lidera esa estadística ubicándose muy lejos de Europa y América del Norte que promediaron una tasa de 5,6 en hombres y 1,7 en mujeres. A nivel global, las cifras están en 9,3 homicidios de hombres y 2,2 de mujeres por cada 100.000 habitantes.

Y claro, gran parte de los asesinatos en la región está directamente relacionada con los temas de narcotráfico y microtráfico, que son los dos grandes combustibles de la criminalidad situada por fuera de los conflictos bélicos en el mundo. Con los flujos financieros generados por esas actividades resulta sumamente complejo pensar en la pacificación de las sociedades. Existe una amalgama entre productores, traficantes y consumidores que no permite avanzar en soluciones de fácil aplicación. La ONU reportó, por ejemplo, que las más recientes estimaciones sobre la ilegalidad en materia de flujos financieros para el caso mexicano precisaron que los carteles de ese país fueron generadores de ingresos anuales promedio entre 2015 y 2018 de unos U$12.100.

Son diversos los componentes que llevan a entender en la tercera década de este siglo un periodo de tiempo crítico en materia de convivencia. Aunque se había logrado un avance generalizado en la pacificación del planeta, ahora se presenta una exacerbación de los índices de violencia en todos los ámbitos de la sociedad. Como humanidad se plantea un retroceso frente a ese ítem.

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