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Analistas 11/02/2020

Nuevos capitalismos del siglo XXI

Luis Felipe Gómez Restrepo
Profesor Universidad Javeriana Cali

Desde la caída del muro de Berlín, el sistema capitalista quedó como el sistema económico estándar en el mundo. Pero ello no quiere decir que sea perfecto. Hasta en Davos, donde se dan cita los más poderosos del mundo de los negocios, están en búsqueda de un tipo de capitalismo más adecuado. Ya no estamos circunscritos al “péndulo de la historia” que se mueve de derecha (capitalismo) a izquierda (comunismo), sino un movimiento en círculo que muestra al mismo sistema intentando cambiar de faz para justificar su vigencia.

En el Foro Económico Mundial de las elites empresariales y políticas del orbe, en Davos, Suiza, se declaró la importancia de un capitalismo de las partes interesadas o de los grupos de interés. Por su parte, está la obra más reciente de Joseph Stiglitz salida al mercado en español a comienzo de este año, “Capitalismo Progresista - La Respuesta a la Era del Malestar”. Stiglitz presentó su libro con ocasión del Hay Festival Cartagena, con provocadoras afirmaciones sobre la inoperancia de la extrema derecha, la importancia de un nuevo contrato social para equilibrar el mercado, el Estado y la Sociedad y la necesidad de una ecología institucional.

Dos grandes efectos parecen estar impulsando un cambio en la visión del sistema económico y político que el mundo actual necesita y que líderes políticos e intelectuales proclaman por estos días; por un lado, las crisis sociales, económicas y políticas que se extienden en todo el mundo y por el otro, la crisis ecológica y ambiental que amenaza la viabilidad del planeta para las generaciones presentes y futuras. El entusiasmo que generó en los años 80 y 90, la globalización y la liberalización del mercado, se ha transformado en desencanto, que hoy son capaces de reconocer las grandes y profundas crisis que el sistema ha generado.

La emergencia de la cuarta revolución industrial, tan retadora como esperanzadora, ha sido quizás el detonante de una renovada preocupación por la ética y los valores. Lo que ha quedado claro es que lo más importante para la vida y el bienestar de los seres humanos y del planeta no se puede dejar solamente al vaivén de las fuerzas del mercado y para poder discernir sobre esto es necesario poner en juego los principios.

La creación de la riqueza de las naciones como lo plantea Stiglitz permite el bienestar colectivo y no solo el incremento de las rentas del inversionista. Esta visión consciente revela que no todo lo que es rentable y productivo es a su vez bueno para la vida en el planeta hacia el futuro y para asegurar la equidad, la igualdad y la sobrevivencia de buena parte de la población.

Un capitalismo que tome en cuenta a los grupos de interés, hace un giro para considerar los efectos de la rentabilidad sobre las personas y sobre el planeta para entender finalmente que la riqueza de unos no puede ser la pobreza de todos; que algunas regulaciones son necesarias articulando la política y la economía de manera virtuosa, y que hay formas de asegurar pleno empleo aún en medio de la transformación del mismo por vía de la innovación bien gestionada, la intervención regulada del gobierno sobre las empresas y el respeto de la ley, sin impedir la libre competencia y la creación de empresa.

El centro de la propuesta del Capitalismo Progresista y del Capitalismo de los grupos de interés, es el de una economía que crece y produce prosperidad compartida para los seres humanos y para la naturaleza. Para producir este bienestar de muchos, se hace consciente de la diversidad de necesidades y de intereses, reconoce las minorías y los excluidos como partes interesadas a beneficiar, identifica el valor, no solo de la competencia sino de la colaboración, aprecia el papel regulador del Gobierno y verifica la potencialidad de un mercado justo para que la economía funcionen bien y logre resultados eficientes para todos.

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