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Analistas 03/12/2019

El diálogo social transforma

Luis Felipe Gómez Restrepo
Profesor Universidad Javeriana Cali

Más allá de las marchas, estamos en un cambio de época que exige fortalecer los canales de diálogo para comprender las nuevas preguntas, lenguajes y formas de sentir de las nuevas generaciones. Es el momento de conversar y co-crear el tipo de sociedad para estos tiempos.

El diálogo social es diferente a la protesta que exige derechos. El diálogo social cursa, entre los actores sociales diversos, alrededor de temas muy diversos que importan a todos; economía, gobierno, salud, educación, cultura, cualquier asunto de interés común, con el fin de ganar consensos y generar acciones necesarias para resolver tensiones, mejorar condiciones sociales o llegar a acuerdos.

Existen distintos modelos de diálogo social, pero en la Universidad Javeriana de Cali se viene tejiendo un modelo nacido de la experiencia y de la investigación por más de diez años. Este modelo tiene algunos componentes infaltables; el primero, el conocimiento, la comprensión y el análisis profundo del problema y de las variables concomitantes. Para establecer un diálogo social fructífero se impone conocer a fondo el contexto, los fenómenos, los actores, la historia, los determinantes de la conflictividad social.

El segundo componente es que, en cuanto se pueda y sea relevante, se trabaje por comprender el fenómeno de manera compleja, entender las capas de realidad superpuestas en las que convergen los múltiples intereses de los actores participantes.

El tercer componente es la preparación de los actores para la conversación. Esta formación y preparación debe atravesar a todos los bandos, pues entre mejor sea el fortalecimiento de capacidades de todos los dialogantes, más lejos pueden llegar las alternativas, las soluciones y el desarrollo de la dinámica de interlocución.

El cuarto componente es la agenda y las condiciones técnicas para la conversación. Cualquiera sea la forma que asuma el diálogo entre los actores, se hace fundamental la preparación detallada, rigurosa, minuciosa, del espacio físico donde sucede el encuentro, de la metodología que se lleva, de las temáticas que se trabajan, de la manera de recoger las memorias, las actas, los acuerdos, los compromisos y la historia del proceso en lo sucesivo. Este nivel se refiere al trabajo realizado en función de la contención emocional del espacio de encuentro.

El quinto elemento, es el papel de la facilitación y de los facilitadores. Se trata de poner los hilos iniciales de un tejido que se va logrando por el involucramiento profundo de los interesados. En este nivel, se debe poner de presente la autonomía de los facilitadores como el elemento básico que permite el funcionamiento del espacio de interlocución. Poder pensar de forma independiente a los involucrados, genera confianza y empoderamiento de todos desde su lugar de enunciación y su perspectiva de acción.

Un sexto elemento es la sorpresa, dar espacio a lo sorprendente e inesperado, producirlo, agenciarlo, esperarlo, ayuda a encontrar la salida, el intersticio, el momento creativo, co-creativo y de innovación. Introducir lo nuevo implica estar abierto a lo inefable, a lo imposible que puede emerger del conversar, del emocionar y del intercambiar con otros.

Finalmente, un séptimo elemento es la flexibilidad sin la cual, la dinámica social se fuerza y decae. Flexibilidad no se relaciona con ambigüedad o falta de posicionamiento. La rigidez en el discurso, la imposibilidad de cambiar a medida que sucede la interlocución, puede ser la muerte del diálogo. Si la escucha es verdadera, ninguno de los actores del diálogo saldrá igual al final del proceso. La posibilidad de cambiar, es la posibilidad de aprender.

Es hora de pasar de la protesta al diálogo, a la construcción conjunta de soluciones. La protesta no puede ser la única manera de participación en democracia, obsesionarse sólo con ella le hace daño a la democracia.

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