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Analistas 12/03/2019

Colaboración flexible aún con el enemigo

Luis Felipe Gómez Restrepo
Profesor Universidad Javeriana Cali

Una idea disruptiva para afrontar la complejidad de los extremos es declinar la expectativa de construir metas colectivas y armónicas. Esta es la provocativa idea de Adam Kahane en su libro, “Colaborar con el Enemigo: cómo trabajar con quien no estás de acuerdo, no te agrada o no confías”. Una forma de colaborar con todo el mundo y no caer en la trampa de lo que llama la “enemificación”, que en la polarización nos aísla, por sentirse rodeado de enemigos irreconciliables, actitud más corriente de lo que uno cree, por esa tendencia a victimizarnos. En momentos críticos para la paz de Colombia pensamos con añoranza cómo sería articularnos en proyectos comunes que vuelvan realidad la elusiva meta de una paz.

La propuesta de Kahane es que podríamos estar en desacuerdo sobre los problemas que enfrentamos, las causas, los por qué, sobre lo que se necesita hacer al respecto, y sobre lo que parecería un bien para todos, pero todavía podríamos avanzar creativa y libremente, en algunos proyectos conjuntos. A este tipo de trabajo en común lo llama colaboración elástica. Una manera de colaborar que implica aceptar el conflicto en vez de esperar tener acuerdos. Se trata de experimentar formas de avanzar en medio de las diferencias y comprometerse en la acción con el deseo de cambiar personalmente para que todo funcione, por encima de querer cambiar a los demás.

Esta manera de actuar en conjunto es un buen consejo en tiempos en que colaborar parece ser un signo de los tiempos. En el presente abundan las iniciativas de colaboración con extraños y diferentes como formas de sobrevivencia alternativa, la economía colaborativa de Ray Algar, que implica jugar al margen del sistema predominante utilizando de forma activa las redes sociales y las plataformas digitales para compartir bienes y servicios con un enfoque de solidaridad y beneficio mutuo entre varios consumidores que no necesariamente se conocen o se aprecian. Es el caso de Uber, Airbnb y otras propuestas que se abren paso en el mundo actual, rompiendo el sistema de intercambio tradicional.

Esta oleada colaborativa alcanza también al mundo de los negocios. Michael Porter, el profesor de Harvard, invita al mundo empresarial a renovar sus procesos y actividades de negocios tomando en cuenta su entorno, sin sacrificar la búsqueda y obtención de utilidades a través de lo que llama la búsqueda del Valor Social Compartido, en una visión ampliada de los grupos de interés.

La colaboración está de moda también en el mundo educativo, Ken Robinson, nos recuerda que somos una especie altamente colaborativa y que por eso compartimos lo que sabemos de muy diferentes formas con todos. El diseño de aulas de trabajo colaborativo se impone como una estrategia efectiva para el aprendizaje, para la creación y para potenciar las competencias colectivas.

Frente a la idea de un ser humano egoísta que privilegia sus intereses sobre los demás, es esperanzador pensar como Kahane que no hay que estar de acuerdo para colaborar. Para llegar a la colaboración con flexibilidad, Kahane plantea tres estiramientos: primero trabajar con todo el mundo, en particular con los que están también implicados en la situación problemática. En segundo lugar, la solución no está pre-hecha, por lo que se debe estar abierto a experimentar distintas perspectivas y posibilidades para seguir adelante. Y finalmente, se debe entrar directamente a la situación y estar dispuestos a cambiar la manera de hacer.

La paz anhelada quizás tenga una oportunidad en esta idea disruptiva, en la que podemos actuar y experimentar reconociendo que pensamos distinto que podemos ser incluso contradictores, pero que, aun así, encontramos valioso y estratégico colaborar.

¡Qué bueno que en Colombia enemificáramos muchos menos, y colaboráramos flexiblemente mucho más! Tendríamos más soluciones y bienestar para todos.

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