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“The fight is here. I need ammunition, not a ride.” Fue la respuesta del presidente que se creía desaparecido y en quien estaba puesta la atención mundial. Más que una prueba de vida, fue una declaración valiente de principios. Un mensaje consciente y consistente ante una realidad avasalladora por la que muchos lo señalaban de haber huido y abandonar a los 37 millones de seres humanos que lideraba desde su cargo. Y pudo haberlo hecho, pero nunca fue el plan, aunque dos días antes los peores vaticinios se desataran con sevicia en las entrañas de su tierra, de su hogar, de su gente.
“Quemar las naves” es un principio. Uno que se ha forjado con cientos de historias, porque rastrear su origen no es hacerlo en las palabras sino en hechos históricos que trascendieron por su gran dignidad al ser contados. Por ser memorables. Entre ellos está registrado el episodio de Leónidas y los 300 espartanos en las Termópilas en el año 480 antes de Cristo. Un mito de resistencia y coraje supremo que simboliza una resistencia sin vuelta atrás. Mantener la posición a toda costa, sabiendo que la retirada no era una opción realista, como lo entendió el presidente que se creía desaparecido al dar su respuesta de vida hace ya casi tres años.
Esas naves ardiendo es una poderosa metáfora sustentada en quemar los propios barcos en la orilla de un territorio -por defender o conquistar- y eliminar así cualquier posibilidad de dar marcha atrás. Lo hizo el comandante Táriq Ibn Ziyad en la Península Ibérica. También Xiang Yu en China contra el gobierno imperial. Julio César al cruzar en Roma el río Rubicón. Hernán Cortés al llegar a las costas de México en 1519.
Compromiso total, valentía, determinación, sacrificio y firmeza de propósito. Renunciar conscientemente a tener escapatoria. No tener un “plan B” puede resultar beneficioso. Es la idea que desarrolla Matt Higgins y por la que llamó a su libro “Quemar las naves”. Un principio que ha aplicado con crecientes y multimillonarios beneficios, asegurando que para lograr algo extraordinario deben descartarse los planes alternativos y seguir adelante sin que las infinitas formas para retroceder se impongan. Como aquella que ese 26 de febrero de 2022 se le presentó al presidente acorralado.
El gobierno de Estados Unidos le ofreció la posibilidad de evacuarlo para salvaguardar su vida y la de su familia. Les dijo: “estoy aquí. No vamos a deponer nuestras armas. Vamos a defender nuestro país, porque nuestra arma es la verdad, y nuestra verdad es que esta es nuestra tierra, nuestro país, nuestros hijos, y vamos a defender todo esto”. Volodymyr Zelensky, reaparecía tras dos días de iniciar la invasión rusa y de incertidumbre sobre su paradero. Su resistencia fue contagiosa y con sus palabras inspiro a quienes junto a él pondrían el pecho por su nación. Él quemó sus naves ante la oferta de ser llevado a otro país. “La lucha está aquí. Necesito municiones, no un paseo” fue su respuesta.