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Tribuna Universitaria 23/11/2017

Nos bebimos lo del mercado

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

Una amiga del sector petrolero, con alguna tristeza, señalaba que esta semana se volaría temprano de la fiesta de despedida de la empresa, puesto que ahora ya no dan grandes premios como viajes o motos y además no dan buen trago ni vienen buenas orquestas; en conclusión, la celebración no se parece a las de la época de bonanza.

El antiguo testamento cuenta la historia del sueño del faraón, en el cual ve “siete vacas gordas, hermosas… y luego siete vacas muy flacas y huesudas. Y las flacas se comieron a las vacas gordas”. Ante la inquietud, el faraón llama al profeta José para interpretar su sueño y este le dice: Las siete vacas gordas significan siete años, y las siete vacas flacas otros siete años. Habrá siete años en que crecerá mucho alimento en Egipto. Después habrá siete años en que crecerá muy poco alimento. Por eso, José le dice al Faraón: “Escoge a un hombre sabio y encárgale recoger alimento durante los siete años buenos. Entonces la gente no se morirá de hambre en los otros siete años malos en que habrá muy poco alimento.” Este último consejo, es un principio básico de la economía y las finanzas públicas. Si bien parece de sentido común, su aplicación es una de las mayores falencias en los gobiernos, especialmente latinoamericanos.

Colombia no fue ajena a ella; a partir del año 2010 el país se creyó petrolero y su economía comenzó a depender de él; las exportaciones llegaron a representar 51% de su totalidad y 20% del gasto estatal fue financiado por el sector petrolero. Entre las muchas falencias cometidas estuvo el descuidar otros sectores, como el agrícola o el minero. Pero el más dramático fue el aumento del gasto público; como si se tratara de una fiesta, al estilo del cantante popular Jimmy Gutiérrez, “nos bebimos lo del mercado”. El gobierno, cegado por la bonanza, con el barril de petróleo a US$100, incrementó su gasto creciendo 1,6 puntos porcentuales en la bonanza, según la Asobancaria y sosteniendo el gasto una vez cayó el precio.

Dicho gasto, según el libro “IndignaAcción” de Iván Duque, fue en creación de puestos públicos, publicidad y eventos (como lo corroboran informes de la Contraloría), prebendas políticas y en el crecimiento de los subsidios, como también lo señala la revista Dinero. Toda esta serie de malas medidas llevó a que el país en las vacas gordas derrochara su dinero, como también lo hicieron muchas empresas petroleras que llegaron a contratar semanalmente grupos musicales para darle la bienvenida al fin de semana.

Las vacas gordas no generaron un ahorro que permitiera a Colombia enfrentar la caída del petróleo y la nueva dinámica que se presenta; el sector privado se reacomodó recortando gastos y eliminando empleos. El Estado mantuvo la burocracia y gravó de impuestos al sector productivo. Llegaron las vacas flacas, no tenemos ahorro y los platos rotos los pagará el siguiente gobierno, pues después de todo derroche y excesos siempre llega el guayabo y ese también hay que saber enfrentarlo.

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