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Analistas 09/04/2024

Cómo mueren las democracias

En medio de la pésima noticia de la propuesta de una constituyente, hay un aspecto positivo que resaltar. Que el Presidente nos destapó sus cartas y nos reveló sus verdaderas intenciones. Ahora podemos confirmar lo que muchos que fuimos tildados de exagerados temíamos. Que el presidente quiere acabar con nuestra democracia para montar una dictadura socialista al mejor estilo venezolano. Ya sabemos que poco le importan las instituciones democráticas y las reglas de juego.

Para entender cómo llegamos hasta aquí me dio por volver a leer apartes de la obra de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, ‘Cómo Mueren las Democracias’. Afortunadamente la nuestra aún no ha muerto, pero vaya si están intentando matarla. Los autores encuentran similitudes sobre cómo en distintos países los populistas se hacen elegir y buscan perpetuarse en el poder.

Típicamente se alinean con figuras del establecimiento político. Este acuerdo improbable, entre el populista anti establecimiento y la vieja guardia ocurre cuando la élite política está perdiendo el apoyo de los votantes. Bajo estas condiciones los políticos de partidos tradicionales recurren a un candidato externo, alguien considerado como un “outsider”. En este escenario el establecimiento trae al externo con la suposición de que lo podrán controlar. Pero, una vez que está adentro, el demagogo aprovecha su poder para erosionar la institucionalidad.

En Colombia sucedió exactamente esto. Políticos y destacadas figuras del establecimiento se le pegaron a Petro esbozando argumentos falaces. Desconocieron la gran amenaza que representaba. Conocidas eran sus intenciones por muchos que se adhirieron a su campaña.

Lo padecieron como guerrillero atentando contra el estado, evidenciaron su fracaso como burgomaestre de Bogotá y lo vieron aupando a la Primera Línea en los paros de 2021. Aun así, lo validaron y en el proceso pusieron en peligro nuestro estado de derecho. Usando la frase que acuñó Alejandro Gaviria, no hubo una explosión controlada, sino más bien, un Molotov incontrolable.

Levitsky y Ziblatt dicen que las democracias requieren “gatekeepers” o guardianes que le cierren el paso a un dictador en potencia. Los partidos políticos tienen la responsabilidad de proteger la democracia.

Desafortunadamente como los partidos tradicionales en Colombia se acabaron, los guardianes de la democracia se esfumaron con ellos también. Ahora lo que tenemos son micro empresas electorales que solo velan por sus intereses. La falta de guardianes es lo que permitió que Chávez llegara al poder, incluso después de ser condenado por golpista. Recordemos que Rafael Caldera expresó simpatía por Chávez públicamente y, al liberarlo de prisión, lo validó ante la opinión pública como una alternativa legítima. Ahora estamos evidenciando un fenómeno similar en los EE.UU.

Muchos estamos estupefactos al ver como el Partido Republicano se encuentra secuestrado por Donald Trump. El otrora partido de la libertad y el orden es hoy el gran validador de los desmanes y las mentiras del expresidente.

En este momento no nos queda más que apoyar a las instituciones que ejercen control y contrapeso al ejecutivo. Serán estas las que nos defiendan. Solo rodeando a nuestras instituciones democráticas y castigando con nuestro voto a los autores directos e indirectos de esta debacle, podremos pasar la página de esta horrible noche.

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