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Analistas 05/06/2017

Sostenibilidad del planeta

Juan Carlos Mira
Presidente de Asocaña
Analista LR
La República Más
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Con la decisión de Estados Unidos de retirarse del Protocolo de París, el presidente Trump, le dejó claro al mundo que tiene otras prioridades diferentes al medio ambiente.

Esto deja un mal precedente pues Estados Unidos es de los países que más huella de carbono genera en el planeta, y por su liderazgo mundial puede crear un efecto dominó incentivando a otros países a abandonar el Protocolo de París. 

Lo anterior es crítico, por cuanto las acciones para garantizar la sostenibilidad del planeta quedan comprometidas. Los impactos del cambio climático, que se están sintiendo en todo el mundo, afectan sobre todo a las poblaciones y a las regiones económicamente más vulnerables. Son ellas las principales víctimas de las inundaciones y/o las sequías. Cuidar el medio ambiente es pues una política con un impacto social y económico. 

Para Colombia, el medio ambiente sí es una prioridad. Muestra de ello es que suscribió el Protocolo de París y mantiene su compromiso para 2030 de reducir las emisiones de dióxido de carbono en 20%.

Una de las políticas públicas ambientales para alcanzar este propósito es el programa de oxigenación de la gasolina con bioetanol. Sin embargo, éste hoy se encuentra frente a una amenaza que proviene precisamente del etanol producido por Estados Unidos. 

Cuando se trata de enfrentar el cambio climático, no todas las herramientas son iguales, aunque lo parezcan.  Este es el caso del etanol de maíz y el bioetanol de caña.

El de caña, y especialmente el producido en Colombia, es el que más aporta en términos de reducciones de emisiones GEI y, por lo tanto, más contribuye en mejorar la calidad del aire: 74% desde su producción agrícola hasta su consumo final versus el de maíz producido en Estados Unidos que solo aporta 10%. 

Por otra parte, el bioetanol de caña tiene una mayor eficiencia energética que el de maíz. Por cada unidad de combustible fósil invertida en la elaboración del de caña, se obtienen 8,3 unidades de energía renovable, mientras que para el caso del de maíz, se obtienen únicamente 1,7 unidades. 

Además, sus diferencias no solo son sus estándares ambientales, sino las condiciones en que se producen: los productores en Estados Unidos reciben 30% de subsidios y lo venden incluso por debajo de sus costos de producción. Con los anuncios de Trump es incierto el futuro de estos incentivos, sin embargo, en el marco de una política proteccionista, lo lógico sería que éstos se incrementen.

Contradictoriamente en Colombia, en contravía de los compromisos derivados del Protocolo de París y como consecuencia del TLC con Estados Unidos, a partir del 1° de mayo de 2017, Estados Unidos tiene libre la entrada de su etanol de maíz al país sin ninguna consideración de índole ambiental. 

La industria colombiana de bioetanol, hoy representada por seis empresas en el Valle del Cauca y una en el Meta, Bioenergy, que actualmente producen 456 millones de litros al año y que han convertido a Colombia en el tercer país productor en América Latina, después de Brasil y Argentina, le ha hecho un llamado al Gobierno Nacional, para que, en línea con el propósito nacional de reducción de GEI y bajo una coherencia de política ambiental, se especifiquen los parámetros de estándares y calidades ambientales requeridas para el bioetanol. Y que en el caso de que Colombia requiera complementar su oferta de bioetanol, se establezca que el que se importe cumpla con unas características específicas de aporte ambiental. 

Es desconcertante la posición de EE.UU. frente al Protocolo de París, ya que entre líneas se lee un mensaje peyorativo sobre el tema ambiental. 

Que no nos metan gato por liebre, es decir, etanol de maíz a cambio del de caña pues, aunque parezcan iguales, para el medio ambiente, el cambio climático y la salud de los colombianos, no lo son. 

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