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Analistas 09/04/2015

Carrera de mínimos

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado
La República Más
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En 2014 Oxfam publicó ‘Gobernar para las Elites. Secuestro Democrático y Desigualdad Económica’. De diversas maneras, el informe expresa su indignación por el aumento de la desigualdad en el mundo. Es inaceptable, dice Oxfam, que “casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de solo 1% de la población”. Los im-puestos progresivos son la alternativa más clara para mejorar la distribución del ingreso y de la riqueza. Si la tarifa va aumentando a medida que sube la basa imponible, se reduce la desigualdad. El problema que tiene este tipo de soluciones es, en palabra de Oxfam, la “carrera de mínimos”. Cuando los ricos de un país sienten que los impuestos son muy altos trasladan sus capitales a otros sitios donde la tributación sea más baja. Y el lugar privilegiado para evadir los controles son los paraísos fiscales.

La carrera de mínimos ha sido tan exitosa que las tarifas de los impuestos a la renta para los ingresos más altos han venido disminuyendo en la mayoría de los países. Entre 1975 y 2009 en Suecia la tarifa pasó de 89% a 60%. En el Reino Unido de 82% a 42%. En Estados Unidos de 70% a 43%. En Francia de 62% a 52%. En México de 50% a 30%. Y la carrera de mínimo continúa. Este proceso aumenta la desigualdad y reduce los alcances que habían conseguido los estados del bienestar. La única forma de reducir la carrera de mínimo, concluye Oxfam, es mediante acuerdos internacionales, de tal forma que los ricos no se puedan refugiar en algunos países. El ideal sería eliminar los paraísos fiscales.

En los años 60 y 70, cuando las tarifas eran altas no se afirmaba con la contundencia que se hace hoy, que los impuestos deterioran la inversión y el empleo. Los argumentos iban en otra dirección. Gracias a las bondades del estado del bienestar, las condiciones de vida de la población mejoran y ello favorece la productividad y la competitividad. Además, los aumentos de la demanda se reflejan en mayores inversiones y en crecimientos del empleo.

La Comisión de Reforma Tributaria que nombró el gobierno debería estar inspirada por un principio de equidad, y sería coherente con las tres grandes estrategias de Santos II: paz, educación y equidad. Para reducir la desigualdad la Comisión debería tener dos criterios rectores. El primero es la progresividad de los impuestos a la renta. Y el segundo es la armonización de los impuestos locales y los nacionales. Afortunadamente las ciudades grandes y medianas del país han ido entendiendo las potencialidades que tienen los impuestos al suelo y al urbanismo. La actualización permanente de los catastros ha permitido que los prediales vayan aumentando. No obstante estos logros, todavía hace falta mayor progresividad, de tal manera que la tarifa crezca con el avalúo. La dinámica de los ingresos locales no se ha articulado con las decisiones sobre la tributación nacional. Las reformas a los impuestos nacionales no tienen en cuenta sus efectos sobre los tributos locales. Se olvida que el contribuyente es el mismo. Si el impuesto a la riqueza sube al mismo tiempo que el predial, se afecta dos veces a la misma persona.

La Comisión Tributaria debería hacer una evaluación del efecto que tiene el conjunto de impuestos (nacionales y locales) en el contribuyente, de tal forma que se garantice la progresividad. Sería una lástima que la Comisión únicamente centrara su atención en las instituciones sin ánimo de lucro y en el IVA. Esta vía aumenta el recaudo pero no contribuye a mitigar la carrera de mínimos.
 

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