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A falta de una conciliación de textos con la Cámara de Representantes, la plenaria del Senado aprobó el texto del proyecto de ley que modifica el sistema general de regalías en el país. Durante el gobierno de Juan Manuel Santos, el ministro de Hacienda de esa época, Juan Carlos Echeverry, lideró la iniciativa que modificó la fórmula de regalías que favorecía a los departamentos petroleros.
Se volvió famosa su frase “vamos a repartir la mermelada en toda la tostada nacional”, expresión que luego se redujo y se estandarizó simplemente en la “mermelada” para referirse al sistema usado por los miembros de la clase política para aprobar proyectos y, en general, para impulsar cualquier iniciativa del gobierno.
La “mermelada de Santos” fue un tema que en campaña Petro y Duque señalaban como un mal que se debía atacar. Al principio del actual gobierno, el presidente Duque, seguramente con la mejor intención y buena fe, intentó frenar esa práctica. Rápidamente se estrelló contra la realidad y al final sucumbió ante la fórmula del sistema político nacional.
Hoy también podemos hablar de la “mermelada de Duque”, así como la de Santos y seguramente de quien gane en 2022 que traerá su propia mermelada y así sucesivamente cada cuatro años. Seguro son mermeladas de diferentes sabores, pero mientras no haya una verdadera reforma política que elimine las históricas malas prácticas de oscuros personajes que trabajan en ese sistema, las iniciativas solamente pasarán o se bloquearán, dependiendo de lo espeso de la jalea que se reparta.
En la aprobación de las regalías aparecieron nuevas capas de mermelada. Se destinan nuevos porcentajes hacia los municipios y no directamente a las gobernaciones. En el papel, algo muy necesario especialmente en la crisis económica actual. En la práctica, ya veremos qué tanto se pierde en corrupción. Si antes la lucha era entre 32 departamentos por la repartición, ahora dentro de cada departamento la lucha de los municipios será feroz.
La eliminación del artículo 210 que otorgaba beneficios tributarios por inversiones en proyectos de yacimientos no convencionales me parece una buena noticia. En primer lugar, las compañías petroleras realmente no necesitan nuevos beneficios tributarios. Somos los ciudadanos los que debemos buscar que se eliminen tantos impuestos, por ejemplo, a los precios finales de la gasolina.
Las grandes multinacionales dedicadas a esa industria tienen un manejo de su flujo de caja que les permite jugar con un margen razonable sobre el precio del barril de petróleo. El planeta entero debe estar en la senda de incentivar nuevas energías para comenzar, en el largo plazo, a sustituir el uso del petróleo a una velocidad realista. La victoria de la oposición en la votación por 44 a 39 en ese polémico artículo muestra que todavía tenemos algo de democracia en nuestro desdibujado y tristemente célebre Congreso.
Los departamentos, el Ministerio de Ciencia y otras entidades interesadas, deben propender ahora por invertir las regalías en verdaderos proyectos de investigación científica. Debemos buscar crear nuevas tecnologías que faciliten y abaraten la vida de todos los colombianos. Ese debe ser el verdadero sentido de la reforma, no el de repartir nueva y diferente mermelada.