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Analistas 12/03/2021

¡Es la economía: estúpido!

Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. A medida que se acerca el final del gobierno actual, se acercan las configuraciones políticas para campañas de Congreso y primera vuelta presidencial. Suenan todos los días candidatos para diferentes partidos. En ese ambiente de política electoral que vivimos cada cuatro años, se puede anticipar que, así como ha sucedido en otros países, Colombia tendrá de ahora en adelante y hasta el primer semestre de 2022 un debate político esencialmente alrededor del bolsillo, los ingresos y gastos de los hogares colombianos.

El narcotráfico, la extradición, los intentos de paz, la seguridad democrática y otros temas de campañas anteriores quedarán en el pasado. Vivimos un desempleo récord en esta coyuntura. Hay industrias que se van a demorar hasta 2023 o 2024 para volver a la normalidad como el turismo y el entretenimiento. Los efectos de la pandemia se están comenzando a enquistar en las mentes de los seres humanos con secuelas de mediano y largo plazo, muy difíciles de olvidar.

En un debate político eminentemente económico, tendremos una contienda llena de ejemplos de cómo lograr salir adelante de la crisis de una manera eficiente, seguramente con ajustes a la forma como el Estado gasta, invierte, recauda y controla la economía. Tendremos candidatos que se venderán como expertos en la economía del hogar, para lograr reactivar algo del empleo perdido, mejorar la situación financiera de las clases menos favorecidas y así obtener los posibles votos que resulten de las propuestas.

Por primera vez la lucha será no únicamente ideológica, el hambre y desespero de millones de colombianos pueden llevarlos a buscar una solución populista en las urnas. Los nuevos votantes son jóvenes que nacieron en la era de internet, muchos escépticos al color de los partidos “tradicionales”. Los jóvenes no comen cuento. Vienen formando sus opiniones de sus pantallas que los tienen conectados al mundo casi desde que tienen uso de razón.

En 1992, durante la campaña electoral para llegar a la presidencia de Estados Unidos, el entonces candidato demócrata Bill Clinton popularizó una frase contra su rival republicano George Bush padre que buscaba la reelección. La frase que se convirtió en un eslogan no oficial de la campaña era: “Es la economía, estúpido”. Hoy es común encontrarse con la frase en diversas diluciones académicas, foros, presentaciones y hacen parte de la cultura popular de ese país y del mundo. No se nos haga raro que los diversos candidatos busquen una estrategia similar a la de Clinton, bien sea para señalar los errores del gobierno actual o errores en otros países.

Aparecerán algunos con la “varita mágica”, otros propondrán subir el salario mínimo, reducir impuestos a los empresarios para generar empleo, refinanciar deuda para mejorar caja y otras recetas tradicionales de campañas. La realidad es que la mayoría prometen unas cosas que luego son muy difíciles de ejecutar, se apalancan en las emociones de la gente para sonar a estadistas con credibilidad y luego llegan a improvisar ante la aplastante realidad. Es clave que los votantes tengamos presente todo este panorama para que haya un control social a propuestas inviables pero que suenan bien. ¡Es la economía: estúpido!

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