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Analistas 23/02/2024

El legado del Sabio

Jorge Enrique Sáenz Castro
Asesor del DNP y profesor Esap
La República Más

El 24 de agosto de 2023, el presidente Gustavo Petro sorprendió al país al nombrar a Jorge Iván González Borrero como director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), conocido entre sus seguidores como “El Sabio” debido a su profundo entendimiento de los asuntos económicos y otros temas relevantes para el país.

Esta designación fue recibida con entusiasmo por muchos colombianos, especialmente por un grupo representativo de economistas, quienes veían en González Borrero una oportunidad de colaboración con destacadas figuras como José Antonio Ocampo, Cecilia López de Montaño y Alejandro Gaviria, reconocidos economistas. Sin embargo, meses después, en medio del desconcierto generado por la administración actual, estos mismos economistas se vieron obligados a renunciar a sus cargos, dejando a González Borrero como la única figura destacada al frente del DNP.

A pesar de los desafíos y el caos imperante, El Sabio, sacó adelante el ambicioso plan de desarrollo “Colombia Potencia Mundial de la Vida”. Para muchos, este plan representa una verdadera revolución, ya que tomó como ejes fundamentales el agua, el territorio y la geografía de Colombia, aspectos que hasta entonces habían sido marginados en los planes de desarrollo. Esta audaz iniciativa despertó la admiración de muchos, quienes vieron en ella un enfoque innovador y visionario para abordar los desafíos del país.

El Sabio, plenamente consciente de los desafíos que enfrentaba, intensificó sus esfuerzos para difundir su plan de desarrollo por todo el país. Reconociendo la importancia de llevar a cabo y completar este ambicioso plan, lo convirtió en la hoja de ruta principal de la actual administración, con la esperanza de hacer realidad algunos de los sueños extravagantes del presidente Petro.

A lo largo de este trayecto, tuvo que superar una serie de obstáculos significativos. Desde la tarea ardua de persuadir a sus colegas del gabinete, incluidos todos los ministros, hasta el desafío de convencer al presidente Petro de que, aunque sus visiones parecían inalcanzables en el presente, era posible sentar las bases para materializarlas en el futuro. El Sabio se enfrentó a la resistencia de la irracionalidad, tanto entre los ministros como en el propio presidente.

El 5 de febrero de 2024 marcó un momento crucial para el Sabio. Comprendiendo plenamente la magnitud de la situación y reconociendo su responsabilidad como figura de sabiduría y racionalidad en el gobierno, se enfrentó a una decisión de trascendental importancia. Consciente de que su verdadera misión era orientar al presidente hacia decisiones sensatas y realistas, se encontró inmerso en un dilema ético de proporciones significativas. Después de una reflexión profunda, llegó a la conclusión de que continuar en un entorno donde los sueños quijotescos del presidente predominaban sobre la pragmática y la realidad sería contraproducente.

Por consiguiente, en un acto de coherencia y firmeza moral, el Sabio optó por renunciar a su cargo. Esta decisión envió un mensaje claro de que no podía, de buena gana, ser partícipe de decisiones que pudieran poner en riesgo el bienestar del país. Su renuncia no fue un signo de debilidad, sino de valentía y convicción, demostrando que la verdadera sabiduría a veces implica saber cuándo apartarse y mantener la integridad moral.

La renuncia del Sabio generó un profundo eco en la sociedad colombiana, dejando un mensaje que evoca sentimientos encontrados de nostalgia, preocupación y reflexión sobre el futuro del país y la continuidad del plan de desarrollo “Colombia Potencia Mundial de la Vida”. Esta decisión marcó un punto de inflexión, dejando una sensación de vacío y desconcierto entre muchos ciudadanos que veían en el Sabio una esperanza de racionalidad y pragmatismo en medio de un panorama político marcado por las fantasías quijotescas del presidente Petro.

La renuncia del Sabio también plantea preguntas profundas sobre quién ocupará ahora el rol de voz de la razón en el gobierno y cómo se llevará a cabo la implementación del plan de desarrollo. Esta incertidumbre se ve agravada por la sensación de que se ha perdido una oportunidad invaluable para impulsar cambios significativos y necesarios en el país.

El legado del Sabio trasciende su persona, dejando lecciones fundamentales sobre la forma en que se deben abordar los desafíos del desarrollo económico, social y ambiental en Colombia. A través de su ejemplo, aprendimos la importancia de considerar no solo los indicadores económicos tradicionales, sino también los aspectos geográficos, ambientales y sociales en la toma de decisiones políticas.

El Sabio nos enseñó que el desarrollo sostenible y equitativo requiere una visión integral que incorpore la protección del medio ambiente, la inclusión social y la distribución justa de los recursos. Su renuncia nos recuerda la necesidad urgente de buscar líderes comprometidos con el bien común y capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI con visión, sabiduría y responsabilidad. El legado del Sabio es lo más importante que nos deja. Con él aprendimos que, en los modelos de equilibrio general, que tanto sostienen las proyecciones del gobierno, en sus indicadores económicos, fiscales, monetarios, etc., se debe tener en cuenta la geografía, el territorio, los costos de carga de transporte, la distancia, etc.

La sensación de pérdida es palpable al considerar que hemos desperdiciado la oportunidad de presenciar la transformación tangible del plan de desarrollo en acciones concretas. Nos queda la incertidumbre sobre quién asumirá el desafiante papel de intentar persuadir al presidente para que reconozca la brecha entre sus sueños y la realidad, una brecha que podría desembocar en consecuencias desastrosas para la economía, la sociedad y la política del país.

Sin embargo, en este momento de reflexión y desafío, también emerge una oportunidad. La renuncia del Sabio nos invita a fortalecer nuestra determinación para construir un futuro más justo y próspero. Nos recuerda que, aunque un líder se vaya, el legado de su sabiduría y visión perdura, guiándonos en nuestro camino hacia un mejor mañana para Colombia y todos sus habitantes.

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